domingo, 13 de octubre de 2013

Por la faja de Pelay hasta la Cola de Caballo. Geología en Ordesa y Monte Perdido (II)

Y por fin allí estábamos, en la entrada del valle de Ordesa. Los cientos de kilómetros recorridos para llegar hasta allí habían quedado atrás y el siguiente paso sería el primero hacia la cumbre de Monte Perdido. Nuestro plan era realizar la clásica ascensión en dos días: primero de la pradera al refugio de Góriz. Al día siguiente, de Góriz al Perdido.


Vista del valle desde el puente del río Arazas que da acceso al pie de la senda de los Cazadores

La primera visión del valle no puede ser más sobrecogedora. Uno se encuentra contemplando las paredes del valle, que se elevan 800 metros desde el fondo, y de repente se siente muy pequeño. Además, el hecho de llegar un viernes fuera de temporada alta nos permitió que la experiencia fuese más íntima. Más aún cuando la ruta elegida hacia Góriz fue la faja de Pelay. Es más habitual hacer el camino hasta la Cola de Caballo por la Pradera. De esta forma se evita el extenuante ascenso de 650 m en zig-zag hasta el mirador de Calcilarruego. Al elegir esta ruta apenas nos encontramos con gente, no solo en la Faja, sino también desde la Cola de Caballo hasta Góriz. Y, a pesar de que llegamos agotados y rozando el anochecer al refugio, agradecí enormemente nuestra elección cuando el domingo observé el tránsito de gente, en gran parte pobremente equipada, que ascendía por la pradera mientras nosotros retornábamos hacia Torla. Mi primera experiencia en Ordesa fue de contacto íntimo con la montaña y disfruté especialmente de la soledad en el camino.

Reproducción de un panel situado al inicio del camino. Si no conocéis el parque, os ayudará a situar los lugares de que se habla en el artículo
Sin embargo, pronto es evidente que el paisaje tiene mucho que contarnos. Desde el primer momento la geología sale a nuestro paso, en lo grande y en lo pequeño: desde el notorio rastro de los glaciares que esculpieron el valle hasta los pequeños foraminíferos que pronto encontramos por doquier. Así pues, hablemos de la geología del valle.

Cuando presento una historia de la magnitud de la que puede leerse en las rocas del Parque, siempre me debato entre dos posibles planteamientos. Por un lado, mostrar primero las evidencias de campo, aquello que puede verse a lo largo del itinerario. De esta forma se obtiene un relato ordenado conforme a la cronología de mi propia experiencia. Ello permite al lector reproducir mis pasos, aunque supone introducir discontinuidades en el relato geológico. La interpretación o recapitulación viene, necesariamente, después. La otra posibilidad consiste en seguir la cronología de los sucesos geológicos, lo que implica, en ocasiones, 'trocear' mi propia vivencia para ajustar el relato a la historia geológica, ya que raramente el camino seguido sigue una secuencia geocronológica ordenada de atrás adelante. Y este es el caso. El caminante que sigue el sendero que discurre por el fondo de la pradera va encontrando en su ascenso rocas cada vez más modernas. Esto es así porque el río Arazas, al excavar sobre el valle glaciar que le precedió en épocas más frías, ha ido exponiendo rocas más profundas y, por tanto, más antiguas. En mi caso no ocurrió así. Al ascender por la senda de los cazadores, que discurre hasta el mirador de Calzilarruego por un apilamiento de derrubios de la ladera que cubren las paredes, no tuve ocasión se apreciar esta secuencia. Las rocas que encontré estaban descontextualizadas, mezcladas con otras procedentes de otras cotas y, por tanto, sin relación entre ellas.

Finalmente he optado por una aproximación de compromiso entre ambos miembros extremos: en primer lugar, haremos una introducción a la geología del valle, que nos permitirá contextualizar el resto del relato. Posteriormente, relataré nuestro viaje conforme a nuestra propia cronología, manteniendo de esta forma su lógica y coherencia interna.

Lo cierto es que yo no tuve el tiempo que me hubiese gustado para preparar el viaje, de modo que apenas pude echar un vistazo a las hojas del mapa geológico de España MAGNA50 de Broto y Bujaruelo, que cubren el área del Parque, además de leer por encima la muy recomendable "Introducción al Mapa Geológico del Parque Nacional de Ordesa-Monte Perdido: Explicación para uso del visitante", obra de L.Mª Ríos-Aragües, que participó en la elaboración de las hojas del MAGNA indicadas anteriormente.

Haremos una breve introducción que posteriormente ilustraremos con las observaciones realizadas sobre el terreno. Empecemos por decir que en el recorrido desde la Pradera hasta la cima del Perdido es posible diferenciar dos tipos de paisaje: por un lado el propio valle, ejemplo de modelado glaciar excavado en forma de U en un potente paquete de sedimentos poco deformados (relativamente, como veremos) en los que se ha mantenido la secuencia histórica de deposición. Los materiales más antiguos están abajo cubiertos por otros más modernos (esto es una simplificación, como veremos). Por otra parte, por encima del circo de Soaso estos mismos materiales aparecen espectacularmente deformados por la tectónica, de forma que la secuencia temporal ya no se mantiene y encontramos una capa determinada repetida en varias ocasiones, cabalgando a materiales más modernos y siendo a su vez cabalgada por otros más antiguos: es el resultado de la colisión entre Iberia y Eurasia que levantó los Pirineos apilando unos materiales sobre otros. Finalizaremos esta introducción repasando la cronología: las rocas que veremos se formaron entre el Cretácico superior y el Eoceno, de forma aproximada entre hace 100 Ma y unos 50 Ma. La deformación a causa de la colisión continental abarcó en la zona desde hace unos 55 Ma hasta unos 25 Ma. A continuación un extracto de la columna cronoestratigráfica nos ayudará a situarnos.

Columna cronoestratigráfica Ordesa. Fuente: IGME - MAGNA50. Hoja 178 Broto

Un par de imágenes para ilustrar esto. Echemos un vistazo a mapa geológico del valle. La disposición es tal que conforme lo recorremos de izquierda a derecha encontramos rocas más modernas (en el plano, el verde es el Cretácico mientras que el anaranjado es el Terciario como se indica en la columna de más arriba). La disposición subhorizontal de las capas hace que una vez cartografiadas las bandas de color aparezcan paralelas a las curvas de nivel.

Mapa geológico del valle de Ordesa. La entrada al valle se encuentra a la izquierda mientras que la Cola de Caballo está en el extremo derecho. Fuente: IGME - MAGNA50. Hoja 178 Broto
Sin embargo, más allá de la primera impresión, la sección (ver imagen a continuación) nos muestra que la tectónica tiene un efecto de gran alcance que afecta a la región en profundidad. En efecto, los estratos de la secuencia que aparece en las paredes del valle a su vez ha cabalgado sobre sí misma, de forma que todo el paquete (de cientos de metros de espesor) en realidad yace sobre sí mismo repitiendo la serie (esto también puede leerse en el mapa anterior, en el cual se ha cartografiado el Cretácico cabalgando sobre el Terciario).


 Sección del valle de Ordesa. Fuente: IGME - MAGNA50. Hoja 178 Broto
Y basta de mapas, por ahora. ¿Cómo se ve todo esto sobre el terreno? Desde el centro de visitantes de Torla es posible observar el producto de la tectónica en la forma de un llamativo pliegue recumbente que afecta a materiales terciarios. También vemos el plano del cabalgamiento de los materiales cretácicos sobre el terciario (lo he marcado con una flecha en la segunda fotografía). ¿Imagináis la fuerza necesaria para plegar la roca y apilar las distintas capas de semejante manera?

La entrada del valle desde Torla. Sobre el caserío, en el centro de la imagen, un espectacular pliegue en materiales del Terciario
El cabalgamiento indicado en el texto, visto desde Torla. El contacto se realiza en el techo del nivel rocoso de color claro indicado por la flecha. Los centenares de metros de roca situados por encima de la flecha están desplazados de su posición original y yacen sobre otros de su misma edad, que originalmente estaban junto a ellos

Transitar por estos lugares, especialmente si se tiene la ocasión de hacerlo cuando no hay mucha gente, transmite una gran sensación de paz y tranquilidad. El tiempo parece fluir lentamente (salvo cuando te das cuenta de que has de apretar el paso si quieres llegar al Refugio antes del anochecer). Sin embargo, hay una interesante contradicción, ya que las rocas nos cuentan una historia terriblemente violenta. La verdadera quietud se acabó en este lugar tan pronto como Iberia y Eurasia entraron en rumbo de colisión. Pero antes de eso sí hubo un gran periodo de relativa calma, que se extendió durante decenas de millones de años. El final de aquellos tiempos está registrado en las paredes del valle desde el Cretácico superior, en particular el Santoniense (hace, aproximadamente, unos 80 Ma) Fue un tiempo en el cual, bajo las aguas de un mar somero y cálido que separaba Iberia de Europa, se depositaron enormes espesores de sedimentos. Esta historia ya nos es conocida, pues en parte es común con la observable en Cortes de Pallás y hemos hablado mucho de ella. Esta calma se prolongó durante el inicio Terciario, y para el Eoceno (hace 56 m.a.) ya se había acabado. Fijaos que, como se ha dicho, el Cretácico cabalga materiales eocenos, lo que permite dar una estimación de la edad de ese suceso (pues los materiales cabalgados ya estaban allí cuando se produjo el evento). Esos sedimentos constituyen las calizas, dolomías y margas del valle.  Es útil que nos suenen los nombres de esas unidades, ya que haremos referencia a ellas durante el resto del relato. En sucesión de más antiguo a más moderno aparecen (siguiendo la denominación propuesta por L.Mª. Ríos en su Introducción):
  • Calizas con Hippurites de las cascadas de Ordesa (C24-25 en la hoja de Broto)
  • Areniscas de Marboré
  • Dolomías tableadas
  • Caliza masiva de pátina blanca. Alveolinas
  • Caliza de las cornisas altas de las paredes de Ordesa
  • Margo-calizas de Lafortunada

Y ahora, una vez debidamente presentados, podemos iniciar el camino.

Indicación al inicio de la senda de los Cazadores
Como ya dije, el ascenso por la senda hasta el mirador de Calzilarruego consiste en un zig zag extenuante que salva más de 600 m de desnivel sin apenas desplazamiento horizontal, de modo que al llegar al mirador uno se encuentra justo sobre el punto en el que inició el ascenso. El mirador se encuentra sobre un puntal rocoso constituido por las Areniscas de Marboré que destaca de forma prominente. La amplitud del paisaje es tal que es difícil juzgar las distancias, especialmente en la vertical.

El mirador de Calzilarruego desde la Pradera
La senda no permite apenas la observación de detalles, ya que busca las zonas más tendidas causadas por acumulación de derrubios de la ladera para salvar los cantiles rocosos. Sin embargo, entre los bloques del camino pueden encontrarse cosas interesantes. Lamentablemente, y en palabras de Manolo, "el tiempo que dedico a la observación de la geología es inversamente proporcional al cansancio", por lo que tomé pocas fotografías del ascenso. Entre ellas, el siguiente bloque que muestra dos niveles cuajados de foraminíferos, que no me entretuve a estudiar. Para remate, la imagen no tiene la calidad suficiente para analizarla posteriori, por lo que nos quedamos con que son foraminíferos sin más. Notad la abundancia de estos animales unicelulares en el pasado, de forma tal que sus caparazones se acumularon a lo largo de cientos de metros de sedimento.

Acumulación de foraminíferos en un bloque
Una vez arriba, mientras recuperamos el aliento, disfrutamos de unas impresionantes vistas del valle en el que nos encontrábamos hace menos de dos horas. Si miramos hacia el Este vemos, sobre el aparcamiento de la Pradera, el cabalgamiento mencionado en la introducción a la geología del valle. En la siguiente imagen lo he marcado con una flecha.

La flecha señala las calizas terciarias cabalgadas por el Cretácico bajo Mondarruego. La franja gris señalada es más joven que las rocas suprayacentes. Fotografía de Manuel Benet
Desde este mirador tomé una espectacular panorámica en la que se distingue el aparcamiento (abajo, junto al pretil del mirador), el circo de Cotatuero, Mondarruego, Gallinera y la punta Tobacor.

Panorámica desde Calzilarruego
Desde aquí comenzamos la travesía de la Faja de Pelay. El sendero llanea e incluso desciende en su mayor parte, por lo que el único obstáculo para el disfrute es el peso que cargamos. Si miramos hacia el Oeste, hacia el fondo del valle, podemos apreciar la superposición de las unidades descritas anteriormente. También vemos el valle excavado por el Arazas, que en este punto es claramente fluvial. En la imagen es posible observar las cascadas que forma el río a atravesar la unidad "Calizas con hippurites de las cascadas de Ordesa" (Fm. Cañones).

El valle desde la Faja de Pelay. Es interesante apreciar la potencia de las Areniscas de Marboré. A la derecha, la sierra de las Cutas
Otra vista impresionante, el circo de Cotatuero y la cascada que recorre el fondo del barranco.

El circo de Cotatuero. Al fondo a la izquierda, sobre el horizonte, destaca la cumbre del Taillón
Y como no, la Brecha de Rolando:

La Brecha de Rolando, entre nubes
La senda sigue la faja de Pelay, que no es más que un nivel más arenoso de las Areniscas de Marboré (que en realidad son unas calizas arenosas). Lo deleznable de este nivel permite el trazado del sendero.

Afloramiento de niveles calizos en la Faja de Pelay
Las Areniscas de Marboré contienen también foraminíferos, como éstos:

Muestra de mano con abundantes foraminíferos de las Areniscas de Marboré

Nuestra ruta nos ha impedido estudiar las Calizas con Hippurites y las Areniscas de Marboré, que tendremos ocasión de analizar en nuestro viaje de regreso por la Pradera. De hecho, hasta la Cola de Caballo nos hemos de conformar con ver los bloques caídos de las formaciones que ocupan los niveles superiores.

Río de bloques que atraviesa las Areniscas de Marboré (fijaos en su color amarillento característico en la esquina superior derecha). El gran bloque en primer término procede de las Calizas de la paredes altas de Ordesa, y muestra su característicos niveles de microconglomerados y areniscas cuarcíticas con estratificación cruzada intercalados entre niveles calcáreos
También nos encontramos con algunos habitantes del valle. Un rebaño de cinco o seis rebecos, creo...Ascendían por la ladera y cruzaron la senda justo delante de nosotros. Nos observamos mutuamente durante algunos minutos, lo que nos dio tiempo a fotografiarlos e, incluso, grabar algún vídeo. Luego continuaron su camino. Y nosotros el nuestro.

Un habitante del valle
También encontramos bloques con unos característicos nódulos silíceos, que nuevamente pertenecen a las Calizas de las paredes altas de Ordesa. Tendremos ocasión de analizarlos en detalle junto al refugio de Góriz.

Bloque calizo con nódulos de sílex

Nos queda poco para llegar hasta la Cola de Caballo. Una mirada hacia adelante nos permite apreciar el carácter del valle. El fondo plano y las paredes en forma de U revelan que fue excavado por un glaciar ya desaparecido. Por el fondo discurre el río Arazas, que forma unas interesantes cascaditas conocidas como Gradas de Soaso a causa de su carácter escalonado. Las veremos en nuestro viaje de regreso.


El circo de Soaso desde la Senda de los Cazadores a la altura de las Gradas de Soaso, visibles en la parte inferior de la imagen, entre los árboles. A la izquierda del río discurre la senda de la pradera
Las Areniscas de Marboré, que antes estaban a gran altura sobre el fondo del valle, ahora quedan a no más de un centenar de metros. Cuando ya casi hemos descendido hasta abajo volvemos a encontrarnos con un habitante del valle de gran tamaño (comparado con el resto de animales que hemos visto, salvo los rebecos). Parece tratarse de una marmota, que resulta ser bastante esquiva. Aún así, pudimos fotografiarla.

Una marmota en Soaso. Fotografía de Manuel Benet
Y sin pausa, bastante preocupados por la hora y las incipientes nubes que amenazaban con adelantar la anochecida, iniciamos el ascenso hacia Góriz. La visita a la Cola de Caballo queda para el regreso y no nos queda sino tomar alguna fotografía desde aquí.

La Cola de Caballo desde el ascenso a Góriz por el sendero. Otro lugar interesantísimo que queda para el regreso
Mientras ascendemos superamos las Areniscas de Marboré y nos encontramos con las Dolomías tableadas suprayacentes, ya Cenozoicas. Pero esto queda para el próximo capítulo de la serie, en la que analizaremos el recorrido desde la Cola de Caballo hasta el refugio de Góriz.

Hasta este momento hemos atravesado materiales cretácicos, de origen marino somero (como adelantamos en la introducción). Sin embargo, el trazado y las urgencias no nos han permitido detenernos a examinar la geología en detalle. Las calizas con hippurites y las Areniscas de Marboré quedan para el regreso.


El autor en el sendero hacia Góriz desde la Cola de Caballo. Fotografía de Manuel Benet
[Esta es la segunda entrega de la serie acerca de la geología de Ordesa y Monte Perdido. Continúa aquí con la tercera entrega]

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4 comentarios :

  1. Es comentarte un poco la duda que tengo, así a groso modo y por lo que he leido creó, que es la placa africana la que se introduce por debajo de la euroasiatica en el plegamiento Pirenaico. ¿Es así.?

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    1. Pues en realidad el movimiento convergente entre la placa africana y la euroasiática atrapó por en medio varias pequeñas placas, entre ellas la Ibérica, que es la que colisiona con Eurasia para formar los Pirineos...

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  2. Me encantan los 5 capítulos que has dedicado a Ordesa, ¿para cuando otros artículos del Pirineo?

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  3. Gracias. Pues en cuanto tenga ocasión de volver por allí. Ya estamos pensando algo para el 2014. Permanece a la escucha!

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