viernes, 27 de diciembre de 2013

El Jardín de rocas de Alcorisa

Desde el verano he tenido que realizar una serie de viajes que me ha llevado de un extremo a otro de España. Literalmente. De Galicia a Baleares y de Barcelona a Gran Canaria, pasando por varios lugares intermedios. He empleado diversos medios de transporte: coche, ferrocarril y avión. Cada uno de ellos permite obtener una vista de la geología diferente, aunque por lo general el sentimiento que queda es de frustración, ya que con frecuencia uno ve lugares que merecerían parar y perderse a investigarlos un rato. En ocasiones, cuando el trabajo y las circunstancias lo han permitido, he podido aliviar esa frustración con alguna escapada para examinar los alrededores. Todo ello me ha permitido acumular cierta cantidad de material que iré presentando poco a poco. 

Uno de los lugares donde estuve fue en la localidad turolense de Andorra. Una visita fugaz, ya que apenas estuve 24 horas. Es terrible atravesar las Cuencas Mineras del Maestrazgo sin detenerse. Sin embargo, dio la casualidad de que en Alcorisa, localidad vecina de Andorra, acababan de inaugurar un Jardín de Rocas. Pues bien, aprovechando la última hora de luz del día me acerqué para verlo.

La idea tras el jardín es sencilla: mostrar parte de la geología local mediante una muestra de la diversidad de tipos de rocas que pueden encontrarse en la comarca. Ello nos permite, de paso presentar de forma resumida la historia geológica local en un viaje desde el Triásico hasta el Cuaternario. El Jardín se ha ubicado en el Parque del Lago y es posible recorrerlo mientras se camina por uno de los paseos del mismo.

Vista del sendero que atraviesa el Parque del Lago. A lo largo de él se encuentran las rocas que constituyen el jardín de rocas. Al fondo la localidad de Alcorisa.
En un primer panel se presenta un plano geológico del término municipal en el que se señala la procedencia de cada muestra. También una columna cronoestratigráfica para fijar el contexto temporal.

Primer panel del Jardín, con plano geológico del término y columna cronoestratigráfica para situar el origen de cada roca (click para ampliar)
Las muestras son de gran tamaño (casi métrico) y van acompañadas de un panel explicativo en el que, además de una versión del plano geológico dónde se cartografía la unidad origen de la roca, se da otra información útil como: litología, ambiente de formación, edad... Un ejemplo es el panel que acompaña a una de las rocas más abundantes del término: las areniscas terciarias.

Panel que acompaña a las areniscas terciarias y que sirve de muestra de la cuidada ejecución del jardín (click para ampliar)
De esta manera, cada roca del jardín queda perfectamente identificada. Podemos ver el resultado en las areniscas albienses de la Fm. Utrillas:

Muestra correspondiente a las Areniscas de Utrillas
La presentación sigue el orden cronológico de formación. De esa forma, la primera roca del jardín es una anhidrita triásica y la última la grava aluvial cuaternaria.


La primera roca del jardín es una anhidrita del Triásico...

...y la última una grava aluvial cuaternaria
En el jardín no sólo hay rocas, también se presentan algunos fósiles. En concreto, se destinan dos muestras a conjuntos paleontológicos. El primero de ellos, marino, es una preparación de ammonoideos en un bloque de hormigón (por razones obvias y lamentables, a la par). En el segundo caso se nos presentan fragmentos de troncos fosilizados en las arenas de Utrillas. En conjunto, ambas ejemplifican perfectamente la variación del paisaje 'local' a lo largo de la historia geológica.

Conjunto paleontológico marino: ammonoideos del Jurásico medio

Conjunto paleontológico continental: troncos fosilizados del Cretácico inferior
Mis compañeros de viaje también disfrutaron, creo, de la visita, a pesar del frío característico de la zona ( y eso que sólo era mediados de noviembre). Eso sí, tuve que soportar, como no, las tradicionales chanzas acerca de mi insistencia en desplazarnos desde Andorra retrasando la cerveza de rigor para ver 'piedras'.

Mis compañeros examinan con 'evidente interés' una lumaquela de ostreidos cretácica
Como resumen de la visita he de decir que parece una iniciativa fantástica, sencilla de realizar y de bajo coste. Sin duda, su valor didáctico excede con creces el esfuerzo de la realización del conjunto expositivo. Y lo más importante es que en esta localidad son conscientes del valor de la geología como recurso, más allá de las actividades mineras y energéticas tradicionales, tan importantes en la zona (donde la central térmica de Andorra es un motor económico de primera magnitud).

Estamos habituados a que se destinen fondos (posiblemente escasos, como siempre) a la difusión de otros tipos de patrimonio: cultural, botánico, faunístico, etc. Sin embargo, es verdaderamente raro encontrar algo como esto.

La joven ayudante de campo Inés tiene una colección de rocas. Naturalmente, mi intención no es que aprenda a reconocerlas de visu a su corta edad (aunque algún progreso hace) sino que aprenda a mirar, descubriendo que todas las rocas no son iguales, que hay muchas clases diferentes, cada una con unas características: tacto, color, textura. Hacemos lo mismo con las conchas que encontramos en la playa, con los insectos, con las plantas... En mi opinión, el reconocimiento de la diversidad es el primer paso para despertar la curiosidad y para, a continuación, descubrir el valor de la naturaleza.

Enhorabuena al Ayuntamiento de Alcorisa y al resto de creadores y promotores de este pequeño museo al aire libre: el geólogo de Alcorisa Luis Moliner y el Geoparque del Maestrazgo (espero no dejarme a nadie, es lo que he leído en la prensa).

Por cierto que el Jardín está dedicado a la memoria del geólogo Juan Paricio.

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domingo, 15 de diciembre de 2013

El volcán del Cerro de Agrás (Cofrentes)

Los volcanes son a la vez terribles y atractivos. Constituyen la representación icónica de los poderes que yacen bajo nuestros pies, destructores incontrolables ante los cuales los humanos nos hallamos inermes. Pero también creadores, capaces de modificar el paisaje en el tiempo de vida de una persona. Cabría, pues, preguntarse: ¿a qué distancia de un volcán está uno dispuesto a vivir? En la provincia de Valencia hay un pueblo que vive a menos de 1 km de distancia de un volcán. ¿Sorprendidos? Bueno, quizá no tanto una vez que sabemos que ese volcán está extinto.

Y es que en Cofrentes, además de una central nuclear, hay un volcán. Se trata de un espectáculo geológico desconocido para la mayoría de los valencianos: una oportunidad única para visitar un edificio volcánico sin salir de la provincia. Lamentablemente, en tiempos fue explotado comercialmente como cantera, lo que ha alterado su apariencia desdibujándolo bastante. Es otro ejemplo más de la invisibilidad del patrimonio geológico. Sin embargo, al menos en este lugar, algo ha cambiado: he visitado el lugar en dos ocasiones, la última este mismo verano. Para mi sorpresa descubrí que el Ayuntamiento de Cofrentes ha señalizado la ruta de ascenso y ha instalado paneles interpretativos acerca de la geología local y el vulcanismo en general. Esta iniciativa se une a la que ya comentamos en relación a las salinas de San Javier. ¡Bien por Cofrentes!

Pues bien, si queréis ver el volcán del cerro Agrás con vuestros propios ojos, debéis seguir la carretera N- 330 desde Cofrentes, en dirección Requena. Tras cruzar el puente sobre el río Cabriel y ascender una pendiente debéis estar atentos a las señales indicadoras, ya que el volcán queda a nuestra izquierda. El sendero parte de las inmediaciones del caserío denominado 'Casas de Alcance', existiendo un aparcamiento señalizado donde obligatoriamente habréis de dejar el coche. Así fue como lo hicimos este verano, acompañados como íbamos con niños. Otra opción, más penosa pero quizá más interesante, consiste es ascender campo traviesa por la ladera del cerro. Así fue como visité el lugar por primera vez hace algunos años, partiendo desde la pista que discurre junto al río Cabriel y que puede cogerse nada más cruzar el puente, a la izquierda.

Vista aérea del volcán del cerro de Agrás. Al menos en planta sí conserva una forma que evidencia su origen. Fuente: Google Earth
Una vez abandonado nuestro vehículo no tenemos más que seguir las indicaciones de la ruta volcánica, señalizada como un sendero de pequeño recorrido (el PR-CV 379). La vista desde el inicio del sendero no es muy espectacular, pero hay que tener paciencia...

Vista del cráter desde el inicio de la ruta
El cerro de Agrás es un estratovolcán: un edificio constituido por capas alternas de material piroclástico y coladas de lava. En ciertos momentos la actividad del volcán expulsaba lava a cierta altura que se solidificaba al enfriarse y se acumulaba formando un cono de material más o menos suelto. De tanto en tanto, se emitía lava lo suficientemente fluida como para que cayese por las laderas, cubriendo y consolidando los piroclastos. El tamaño de éstos determina su clasificación, desde los más finos (cenizas) hasta los de mayor tamaño (bloques) pasando por los intermedios (lapilli). De esto se habla en uno de los paneles que encontramos en el recorrido:

Uno de los paneles del recorrido. En éste se introduce el tipo de materiales que construyeron el volcán
Y ya desde el principio encontramos todos estos tipos de material:

Toba volcánica: material formado por la consolidación de cenizas y lapilli, muy ligero debido a su porosidad. Por esta razón fue extraído para uso como aislante en la construcción

Lapilli. La porosidad se debe a que el rápido enfriamiento retuvo en el interior los gases procedentes del magma, que formaron vacuolas al solidificarse

La actividad volcánica también tiene distintas manifestaciones, principalmente relacionadas con las propiedades del magma. Las erupciones más tranquilas son las de tipo hawaiano, en las que la lava es tan fluida que simplemente se derrama, pudiendo recorrer grandes extensiones. En el extremo opuesto están las erupciones de tipo pliniano, de gran explosividad y poca efusión de lava líquida. El nombre procede de la descripción realizada por Plinio el Joven de la erupción del Vesubio que enterró las ciudades de Pompeya y Herculano (en la que murió su tío, Plinio el Viejo, al encontrarse demasiado cerca para observar un fenómeno tan intrigante como aterrador). El caso de Cofrentes es intermedio, una actividad denominada estromboliana.

Los cuerpos de cierto tamaño (bombas volcánicas) pueden adquirir un aspecto fusiforme al desplazarse girando por el aire mientras se solidifica la masa incandescente o bien tener un aspecto más irregular, en función de las propiedades del magma.

Bomba volcánica con aspecto estriado a causa de la deformación durante el vuelo de la masa de lava moderadamente fluida
Bomba en "corteza de pan" mostrando el interior una vez partida con un golpe de martillo
Bomba fusiforme
Por otra parte, los depósitos volcánicos pueden generarse en combinación con otros materiales. Es el caso de los aglomerados volcánicos, formados por un agregado de materiales de origen volcánico junto con otros preexistentes unidos por una matriz. Son testigos de episodios especialmente violentos.

Aglomerado volcánico
Naturalmente, también encontramos coladas de lava. En el caso de Cofrentes, el magma era de tipo básico, es decir, con un bajo contenido en sílice, y concretamente de tipo basáltico. Es oscuro y con frecuencia presenta disyunción esferoidal.


Colada basáltica

Disyunción esferoidal en la masa basáltica
El basalto es una roca afanítica, es decir, en la que los cristales de mineral son tan pequeños que no es posible verlos a simple vista. Esto se debe a que el enfriamiento de la lava es rápido en superficie y no permite el crecimiento de los granos. Sin embargo, en el cerro de Agrás es relativamente fácil encontrar cristales de cierto tamaño de olivino, un mineral que se forma a cierta profundidad, en el manto terrestre o cerca de él. Esto nos indica que el magma que construyó el volcán tiene un origen no superficial. También hay cierta abundancia de óxidos de hierro, lo que confiere a roca un color rojizo. Ello es bien evidente en la antigua chimenea del cráter, que podréis ver si llegáis hasta el final del sendero.

Fenocristal de plagioclasa o quizá nefelina

Fenocristales de olivino. En la fotografía no se aprecia el intenso color verde del mineral
Posible fenocristal de Iddingsita
En la chimenea es posible observar potentes capas de lapilli y cenizas rojizas con intercalaciones de coladas basálticas. Las acumulaciones de lapilli son difíciles de cruzar, ya que se deslizan bajo nuestros pies haciendo la marcha bastante penosa.

Chimenea del volcán. Como referencia de altura, en lo alto del cerro estoy yo mismo
En la explanada situada al final del camino hay un gran bloque basáltico que se identifica en un panel como una bomba. Se trata de un error ya que, entre otras cosas, carece de una característica esencial de éstas: la textura vacuolar. En  mi opinión es el resultado de la disyunción esferoidal comentada anteriormente. En cualquier caso, esta roca es, sin duda, un elemento icónico del lugar.

Explanada de la cumbre con el característico bloque
Panel situado en la explanada de la cumbre del cerro
En cuanto a la edad del volcán, resulta ser cuaternaria. Las dataciones radiométricas arrojan un periodo de actividad entre hace 2 a 1 millones de años. Esta juventud es evidente en el inicio del sendero, donde las cenizas volcánicas recubren materiales aluviales de la cuenca del Cabriel.

Cenizas sobre un conglomerado aluvial que permite deducir lo reciente de la actividad volcánica
Resulta, además, que no se trata del único afloramiento volcánico de la zona. Al sur del cono principal y en una ladera de éste encontramos el pico del Fraile, que se corresponde con un foco emisor que se abrió en la base del volcán del cerro de Agrás. Y además, al otro lado del Cabriel, el crestón sobre el que se encuentra el castillo de Cofrentes es un macizo formado durante una nube ardiente formada por una mezcla de gases y piroclastos expulsados por el cráter principal.

Vista hacia el sur desde la cumbre del cerro. El río Cabriel divide la imagen en dos. Dominándolo, abajo y un poco a la derecha de la central nuclear, el castillo se asienta sobre el tercer afloramiento de rocas volcánicas tras el cerro de Agrás y el pico del Fraile
Es interesante visitar este lugar, pero más aún lo es descubrir lo que su propia existencia nos dice. Efectivamente, la zona no es tectónicamente activa, o al menos tan activa como aquellos puntos que asociamos con un volcán. ¿A qué se debe su presencia? Pues está relacionada con el proceso de distensión al que está sometida la zona este de la península, distensión asociada a la elevación generalizada que está experimentando el este de Iberia. La distensión, junto con la delgadez de la corteza terrestre en la zona, ha favorecido la salida de magma profundo aprovechando antiguas fracturas existentes en la corteza. Esas mismas fracturas, ahora reactivadas, son las que en su momento permitieron la acumulación de los materiales del Keuper en un contexto de fuerte subsidiencia. También en aquel entonces, durante el Triásico, se produjeron manifestaciones subvolcánicas en la forma de intrusiones basálticas en los materiales del Keuper, denominadas doleritas. Las heridas de la Tierra no se cierran fácilmente. Esa distensión se manifiesta de otra forma: con la formación de la fosa tectónica que forma los cañones del Júcar entre Cofrentes y Cortes. Esta fosa está delimitada por bloques fallados, alguno de los cuales ha experimentado desplazamientos verticales de más de 400 m.

El esquema tectónico del mapa del IGME correspondiente a la localidad de Jalance nos permite ver que Cofrentes se encuentra justo en el punto de intersección de dos estructuras: una de dirección aproximada Este-Oeste (la fosa del Júcar) y otra de dirección Norte-Sur (El arco Teruel-Almansa). Ambas han favorecido la extrusión de materiales plásticos del Keuper (en morado).

Esquema tectónico regional. Fuente: MAGNA50-IGME

Desde lo alto del cerro tenemos una buena vista de todos estos accidentes:

Vista hacia el oeste. El río Júcar (cuya confluencia con el Cabriel se produce justamente a la derecha) se encaja en la fosa tectónica que lleva su nombre. El efecto es menos evidente puesto que la fosa está anegada por el embalse de Cortes. La margen izquierda del río constituye un flanco del anticlinal en materiales triásicos (ya estudiado aquí)
Sólo resta decir que el volcán se encuentra extinto, pero que la actividad magmática no ha finalizado. Señal de ello es la existencia del balneario de Cofrentes, que precisamente lleva el revelador nombre de Los Hervideros.

Un último comentario. El Geología de la provincia de Valencia del año 2011 tuvo lugar precisamente en el cerro de Agrás. Podéis descargar la guía preparada al efecto por el profesor Carlos Santistebán aquí.

[Nota final: Según nos indica Armand Paz, lector del blog, la denominación local del volcán es 'Agras' y no 'Agrás', como aparece escrito en la mayoría de las fuentes cartográficas.]

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domingo, 1 de diciembre de 2013

El final del viaje. Geología de Ordesa y Monte Perdido (V)

[Esta es la quinta y última entrega de la serie acerca de la geología de Ordesa y Monte Perdido. Los artículos anteriores pueden consultarse aquí (primera entrega), aquí (segunda entrega), aquí (tercera entrega) y aquí (cuarta entrega)]

Y llegó la hora de regresar. En los artículos anteriores hemos tenido ocasión estudiar la geología de Ordesa y Monte Perdido, descubriendo el pasado turbulento escondido tras la paz que experimentamos como visitantes de nuestro tiempo. Sin embargo, quedan algunos detalles a los que no hemos podido prestar la debida atención, principalmente por dos razones: en virtud del itinerario elegido, en el cual algunas unidades escaparon a nuestro escrutinio; y, como ya he comentado, porque durante el descenso uno se siente más predispuesto a entretenerse con la geología que sale a su paso.

Bajando del Perdido. Fotografía de Manuel Benet
Más allá del origen del macizo del Monte Perdido, que como vimos está en la colisión entre Iberia y Europa durante en Cenozoico, el paisaje actual ha sido definido en última instancia por fuerzas quizá menos espectaculares pero no por ello menos poderosas. Fuerzas que han actuado en el pasado más reciente. Hablamos, naturalmente, del hielo y de los glaciares que esculpieron en primer lugar el valle de Ordesa.

Hoy mismo es posible observar los últimos reductos de aquellos glaciares poderosos. No en vano, nos encontramos antes los glaciares más meridionales de Europa. Hoy en día el hielo queda limitado a la parte alta de las montañas, ocupando varios circos en la zona. Cuando visitamos la zona, a mediados de septiembre, el deshielo estaba bien avanzado, y el rumor del agua bajo los neveros nos acompañó en los últimos centenares de metros del ascenso.

Atravesando el nevero dela escupidera, al pie del Perdido. Al fondo el Cilindro de Marboré
No es difícil imaginar la lengua de hielo descendiendo por la montaña y labrando la canal que actualmente constituye La Escupidera, al final de la cual está el Lago Helado (centro de la imagen anterior). Este lago el típico ejemplo de Ibón, un lago de origen glaciar formado por la acumulación de agua del deshielo.

En algunos lugares el hielo en contacto con la pared rocosa ha desaparecido, lo que permite ver, como en la siguiente imagen, una alternancia de capas claras y oscuras a causa de la acumulación de polvo y fragmentos de roca.

Hielo en otro nevero en el descenso del Perdido. Fijaos en la alternancia de bandas claras y oscuras a la derecha de la imagen
La presencia de roca oscura en el hielo tiene un efecto importante: al acumular el calor preferentemente (a diferencia del resto del hielo que en virtud de su color blanco refleja la luz) forma puntos de fusión preferente. En algunos lugares es bien evidente ya que se forman pequeños hoyos. Los fragmentos de roca se calientan y funden el hielo de su entorno, hundiéndose en la masa helada.

Efecto de la acumulación de calor en los fragmentos de roca de color oscuro
En el refugio de Góriz hay una fotografía del Monte Perdido tomada en otra época del año, con toda su nieve:

Fotografía del Perdido desde el Cilindro de Marboré. En la base, el Lago Helado. Imagen expuesta en el comedor del refugio de Góriz. Autor: desconocido por mí
El Cuaternario es el último periodo de la Era Cenozoica. Abarca los últimos dos millones de años de la vida de la Tierra y se caracteriza por un enfriamiento generalizado que ha provocado varias glaciaciones en el hemisferio norte. Ahora mismo nos encontramos, de hecho, en un periodo interglaciar cálido iniciado hace aproximadamente unos 10.000 años. Las condiciones climáticas favorables han permitido el desarrollo de la civilización tal y como la conocemos. Sin embargo, el paisaje ha sido modelado por el inmenso poder del hielo acumulado durante esas glaciaciones. Y la prueba la tenemos ante nosotros, en el propio valle de Ordesa. A diferencia de un valle fluvial, donde la erosión se produce preferentemente en el fondo de un curso de agua lo que produce un valle en forma de V, una lengua de hielo en movimiento corta la roca en toda la sección. Esto produce un valle en forma de U. Ambos tipos de valle son observables en Ordesa. El río Arazas discurre por el fondo del antiguo valle glaciar y en su curso alto, en las inmediaciones de la Cola de Caballo, la erosión remontante no ha tenido tiempo de modificar la sección en U arquetípica, a diferencia de lo que ocurre más abajo. 

El valle de Ordesa al pie de la Cola de Caballo, un típico valle glaciar con paredes verticales y fondo plano. Al fondo, el circo de Soaso
El poder del hielo en movimiento se aprecia claramente al ver el valle desde la cima del Perdido.

El valle de Ordesa desde las alturas
El agua procedente de la fusión del hielo forma el río Arazas. Uno de los atractivos del valle es, sin duda, la Cola de Caballo.

La Cola de Caballo
Las rocas que forman la cascada pertenecen a una vieja conocida: la Formación Marboré. En la subida apenas tuvimos ocasión de estudiarlas, pero eso va a cambiar ahora. Si apartamos la vista de la sin duda espectacular cascada y nos damos una vuelta por los alrededores, descubriremos pistas muy claras acerca del origen de estas rocas...En mi opinión, lo que hallamos es más impresionante, si cabe que la propia cascada. 


Ripples simétricos en la cara superior de un estrato
Las capas calcareníticas muestran en su cara superior el familiar patrón de los ripples simétricos, producidos por el oleaje en una costa de finales del Cretácico, hace más de 65 millones de años. Y algunos de los animales que vivían en el sedimento excavaban galerías que podemos ver todavía hoy.

Thalassinoides isp.
Fantástico, vestigios de una costa que ahora están a 2.000 m sobre el nivel del mar actual. Qué gran desafío para la imaginación.

En nuestro regreso por la pradera tendremos ocasión de estudiar en detalle esta formación. De momento, lo que podemos ver es el relleno fluvial del fondo del valle en el cual está profundizando actualmente el río.

Sección del relleno del valle
En su cabecera, el río serpentea por el fondo plano de su valle. El cauce está formado por gravas y es posible observa estructuras como barras, chute channels, etc.

Gravas en el cauce del río Arazas. En su cabecera el fondo del valle es plano
Más adelante, sin embargo, la erosión remontante hace que el río se encaje en el antiguo valle glaciar cambiando excavando en el fondo una entalladura en forma de V cuya apertura está controlada por la resistencia de los materiales atravesados. En un principio la serie es más arenosa. Corresponde con depósitos de ambientes costeros, como los ya vistos junto a la Cola de Caballo. En este punto el valle es más ancho.

Relleno de galería excavada en el sedimento que ahora aparece con relieve positivo al ser el relleno más resistente a la erosión que la matriz

Sin embargo, posteriormente, mientras el río sigue atravesando la Fm. Marboré exponiendo capas que no habíamos visto hasta ahora, forma una serie de cascadas conocidas como Gradas de Soaso al cortar términos menos arenosos de la formación. Aquí, además, es posible observar otro fenómeno. Estas duras calizas están atravesadas por series de diaclasas (fracturas) que las dividen en bloques prismáticos, muy llamativos. Esto contribuye al aspecto de graderío de las cascadas.

Bloques prismáticos en las gradas de Soaso

El río Arazas en las gradas de Soaso, vistas desde la senda de los Cazadores. Esta imagen la tomamos en el recorrido de ida hacia Góriz
Las paredes del valle en este punto, por tanto se verticalizan, dejando ver una buena sección de la Fm. Marboré con una alternancia de niveles de distinta resistencia, lo que le confiere un aspecto bandeado.

Fm. Marboré aguas abajo de las gradas de Soaso
Más adelante hay un contenido detrítico mayor en los materiales, apreciándose incluso granos de cuarzo. Hay abundantes fósiles, especialmente de bivalvos. Las capas muestran estratificaciones cruzadas y el fondo del camino se vuelve arenoso. A consecuencia de lo deleznable de las rocas, el valle se ensancha. Estos sedimentos nos hablan de un medio energético, en el cual las corrientes arrastraban la arena del fondo formando las estructuras que vemos ahora. Recordad que al descender por el valle estamos viajando hacia atrás en el tiempo.

Estratificaciones cruzadas en la Fm. Marboré

Detalle de las arenas gruesas con estratificación cruzada


Probablemente el bivalvo más fotografiado del valle de Ordesa

El fondo del valle se ensancha al atravesar materiales más deleznables. Las laderas se hacen más tendidas
Aquí es frecuente encontrar unos viejos conocidos. Se trata de nódulos de sílex que, gracias a su mayor resistencia, se han separado de la matriz calcárea y ahora viajan por su cuenta. Nosotros ya sabemos de dónde proceden: de las calizas de las cornisas altas.

Nódulo de sílex. Su resistencia y reducida distancia de transporte desde su origen permiten que mantengan sus cantos afilados
Continuamos con nuestro descenso. El camino nos deja ahora menos oportunidades de ver rocas. Las laderas están cubiertas de vegetación, especialmente hayas. Caminamos a la sombra de estos frondosos árboles, encontrando ejemplares de magnífico porte. Aquí y allí asoman parches rocosos que nos permiten observar la base de la Fm. Marboré, que aumenta su contenido en cuarzo y adquiere una textura microconglomerática. Se mantienen las estratificaciones cruzadas.

El hayedo

La luz se filtra a través de las hojas

Pasadas microconglomeráticas con cuarzo y estratificaciones cruzadas de la base de la Fm. Marboré
A partir de aquí el valle vuelve a encajarse y el sendero adquiere una pendiente más pronunciada. Estamos en las cascadas del Estrecho, y ya puede imaginarse la razón por la que ocurre esto: un cambio litológico. Bajo la Fm. Marboré afloran las Calizas con Hippurites. Los hippurites son un rudista, un molusco bivalvo formador de arrecifes, de hecho el principal organismo bioconstructor del Cretácico. Estos animales tenían una valva cónica que se fijaba al sustrato mientras la otra, plana, servía de opérculo. Justo en el sendero podemos visitar uno de estos arrecifes:

Caliza con hippurites

Detalle del arrecife. Cada tubo es un rudista

Sección longitudinal de un rudista

Sección transversal. El hueco corresponde al interior de la valva cónica
Estas son las rocas más antiguas que veremos a lo largo del sendero de vuelta. Como ya anticipamos, aunque el río siga profundizando en el valle, por debajo de la caliza con hippurites vuelven a aparecer las calizas de pátina blanca paleógenas, más modernas. Esta es la expresión del cabalgamiento que provoca la repetición de la serie cretácica. Recordemos:


Sección del valle de Ordesa. El color anaranjado corresponde con los primeros materiales Paleógenos. Como se aprecia, la serie cretácica está repetida. Fuente: IGME - MAGNA50. Hoja 178 Broto


La flecha señala las calizas terciarias cabalgadas por el Cretácico bajo Mondarruego. La franja gris señalada es más joven que las rocas suprayacentes. Fotografía de Manuel Benet

Paso del Arazas por las cascadas
Un poco más adelante llegamos de nuevo a la pradera de Ordesa. El valle se ensancha de nuevo. Podemos ver el mirador de Calzilarruego desde abajo:

El mirador de Calzilarruego desde la Pradera
Y ya está. Con esto termina nuestra expedición y también el relato. Hemos tenido la oportunidad de ver con nuestros propios ojos el resultado de procesos capaces de transformar un mar tranquilo en altas montañas y de nuevo, a través de la fuerza destructora del hielo, en el paisaje que contemplamos ahora, tan pacífico como pueda imaginarse.

Mientras nos alejamos de Pirineos, echamos la vista atrás para despedirnos de estas magníficas montañas.


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