domingo, 29 de septiembre de 2013

La vida es un viaje, no un destino: Geología en Ordesa y Monte Perdido (I)

Ciertamente este mes ha sido bastante ajetreado. A las dificultades para encontrar el tiempo necesario para escribir se ha sumado el hecho de haber pasado bastante tiempo fuera de casa. Sin embargo, he aprovechado ese tiempo para visitar lugares y vivir aventuras geológicas que iré relatando en los próximos artículos. Y nada mejor que comenzar con el ansiado viaje a Pirineos con el objetivo de ascender a Monte Perdido.

El Parque Nacional de Ordesa y M.P. es un paraíso geológico que abruma tanto por la amplitud del paisaje como por la historia recogida en las rocas y formaciones aflorantes. Y el esfuerzo necesario para visitarlo se ve ciertamente recompensado con creces.

Pero como dice una famosa cita, de la que existen numerosas versiones (aunque yo siempre recuerdo la letra de Amazing, una canción de Aerosmith): Life is a journey, not a destination. Y es imposible sustraerse a la emoción trasmitida por la variedad de lugares, paisajes y fragmentos de la historia geológica de Iberia que se atraviesan hasta llegar a Torla. Especialmente si uno tiene la suerte de viajar de copiloto todo el viaje y puede dejar la mirada libre a la contemplación y la mente a la reflexión (gracias, sobre todo, a Manolo Benet, mi compañero de viaje e infatigable conductor).

Así pues, este artículo constituirá un compendio ordenado en el tiempo de aquellas visiones que llamaron mi atención durante el trayecto entre Valencia y el Parque Nacional, a modo de preludio de lo que nos estaba esperando. Las fotografías que ilustran este artículo han sido tomadas de Google Earth, ya que es bastante difícil tomar fotografías de calidad desde un vehículo y la herramienta Street View nos simplifica la labor.

Nuestra ruta siguió de principio a fin la autovía A-23 (autovía Mudéjar). Tras abandonar la llanura aluvial sobre la que se asienta Valencia y su área metropolitana giramos en dirección noroeste aprovechando el corredor entre la Sierra Calderona y la Sierra de Espadán. En aventuras anteriores ya hemos recorrido la primera de ellas. En estas montañas aflora magníficamente el triásico, especialmente el inferior (Bundsanstein) y el medio (Muschelkalk): una época en la que ríos transportaban grandes cantidades de materiales procedentes procedentes del desmantelamiento de los relieves variscos y los depositaban en enormes llanuras junto al océano conocido como Panthalasa y que ahora son las areniscas y limos rojizos que vemos al pasar. Posteriormente, un ascenso relativo del mar favoreció el establecimiento de una plataforma carbonatada en la que se depositaron las calizas y dolomías del Musch, las rocas de pátina anaranjada que se superponen a los niveles rojizos del Bundt. En tránsito entre estas unidades puede verse en un talud a la derecha (en sentido Teruel) antes de llegar a la salida de Albalat y Estivella:

Tránsito entre el Bundsanstein (Fm. Marines, versicolor, a la derecha) y el Muschelkalk (arriba a la izquierda)
Continuamos nuestro camino y, eventualmente, nos encontramos entre terrenos de edad Jurásica. Una unidad especialmente bien expuesta y reconocible es la Fm. Ritmita de Loriguilla: alternancia de calizas y margas depositadas en un ambiente marino profundo durante el Kimmeridgense (Jurásico Superior). 

La ritmita calcárea de Loriguilla desde el viaducto de Albentosa.
Al llegar a Teruel encontramos algunos parches correspondientes al Triásico superior (Keuper), un momento en el que se desarrollaron marismas y salinas costeras de gran extensión en toda Europa. Una de sus características propias es la abundancia de yesos.

El Keuper desde el viaducto del ingeniero Quinto Pierres
Un poco más adelante, a la altura de la salida hacia Alcañiz, nos encontramos con parte del relleno neógeno de la cuenca de Teruel-Alfambra. El carácter detrítico - evaporítico de los materiales es bien patente en la siguiente imagen, con los yesos blancos coronando el escarpe.

Yesos neógenos a la altura de Teruel

Tras pasar Teruel la autovía se dirige hacia el norte aprovechando el corredor ofrecido por la fosa tectónica responsable de la existencia de la cuenca anterior. Se trata de una depresión en la que los materiales jurásicos que la flanquean forman los bloques levantados mientras que el bloque hundido genera con su subsidiencia (hundimiento) el espacio para la acumulación del relleno. En la siguiente imagen puede observarse como, al igual que en otras cuencas terciarias, prácticamente se llegó a su colmatación.

Vista de la fosa de Teruel - Alfambra mirando hacia su límite Este a la altura de Santa Eulalia. Al fondo, el bloque levantado constituido por los materiales jurásicos de la sierra Palomera
Continuamos nuestro camino y alcanzamos el límite septentrional de la fosa. Al pasar junto a Villarreal de Huerva vemos a nuestra derecha los materiales más antiguos que tendremos ocasión de contemplar en nuestro viaje: un afloramiento del Cámbrico inferior, pizarras y cuarcitas depositadas en el mar hace más de 500 millones de años, en los albores de la vida pluricelular.

Materiales del Cámbrico inferior a la altura de Villarreal de Huerva
Estamos atravesando el basamento de la Cordillera Ibérica. Tras pasar el viaducto de Paniza, en los taludes apreciamos más cuarcitas y pizarras, en esta ocasión del Ordovícico. Son un vestigio de océanos desaparecidos hace mucho tiempo, cuando hasta el supercontinente de Pangea estaba todavía en un futuro distante decenas de millones de años.

Pizarras y cuarcitas a la altura del viaducto de la Paniza
Desde aquí comenzamos a atravesar la cuenca del Ebro. Nuevamente los taludes muestran una combinación de arenas, gravas y conglomerados mientras nos acercamos a ese gran río. Sin duda, una visión impresionante cuando alguien viene de una región como la  mía. No me canso de verlo.


Gravas en los taludes de la Z-40, circunvalación de Zaragoza

El río Ebro a su paso por Zaragoza desde el viaducto de la A-23
Atravesamos otro gran río, Gállego, y al seguir hacia el norte advertimos las etapas finales de relleno de la cuenca, evidenciadas por los yesos y margas yesíferas. Un gran ejemplo al pasar por la localidad de Zuera.

Yesos masivos en un desmonte a la altura de Zuera
Tras decenas de kilómetros de llanura pasamos Huesca y, por fin, vemos alzarse las montañas ante nosotros. Durante un buen rato nos dirigimos hacia ellas viendo como se agiganta su silueta. Se trata de los relieves cretácicos de la sierra de Guara, deformados por la colisión entre Iberia y Eurasia que comenzó a principios del Paleógeno. El Pirineo está cerca.

Por fin las montañas. La sierra de Guara al frente
Atravesamos la sierra de Guara. El paisaje cambia por completo. De la estepa previa a la sierra al clima y vegetación propios de una zona montañosa. Y tras subir al puerto de Monrepós, ahí están: los Pirineos ante nosotros. Qué tremenda visión de la zona axial con sus cumbres nevadas.

La zona axial pirenaica desde el puerto de Monrepós
Nos queda poco para llegar a nuestro destino. Tras pasar Sabiñánigo cogemos el desvío hacia el Parque de Ordesa y, finalmente...

El valle de Ordesa desde el centro de visitantes situado en Torla. Esta fotografía es la única de este artículo que no he extraído de Google Earth...
La visión del valle desde Torla es espectacular. Al fin estamos allí y sólo nos queda organizar las mochilas y comenzar el ascenso. El viaje ha sido largo, pero nos ha dado la oportunidad de admirar una buena parte de la riqueza geológica de nuestro país.

En el próximo artículo comenzaremos a explorar la geología del parque y de esa gran montaña que es el Perdido.

Nota: todas las imágenes de este artículo, salvo la última, proceden de Google Earth y su herramienta Street view.

[Esta es la primera entrega de la serie acerca de la geología de Ordesa y Monte Perdido. Continúa aquí con la segunda entrega]

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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Las salinas de San Javier (Cofrentes). Vestigios de tiempos pasados (y tan pasados)

Entre los seres humanos es muy común sentir fascinación por aquellos lugares ocupados en un tiempo por otras personas y que ahora están abandonados. No es necesario que se trate de excavaciones arqueológicas en emplazamientos de un pasado remoto. Quizá este efecto es más patente cuanto más próximo en el tiempo se encuentre el momento de la partida definitiva de los antiguos ocupantes, probablemente porque sentimos más facilidad de empatizar con personas a las que atribuimos una afinidad más difícil de experimentar con gente cuyas motivaciones (para ocupar un lugar y abandonarlo posteriormente) nos son casi incomprensibles. La sensación de fascinación es aún mayor si es posible visitar el lugar en solitario, sin las aglomeraciones propias de los centros turísticos. Y si además existe un factor geológico, tanto mejor.

En esta ocasión comparto con vosotros una visita que he realizado este verano a las salinas de San Javier, en Cofrentes. Lo primero es decir que no están acondicionadas para la visita y el camino que conduce a ellas no está señalizado. La ruta marcada por el ayuntamiento simplemente conduce hasta un mirador desde el que no es posible acceder al lugar. Pero si por una de aquellas pensáis visitar esta instalación os indicaré con gusto la forma de llegar. 

El itinerario señalizado parte de las inmediaciones del puente del antiguo ramal de la N-330 que cruza Cofrentes (en la actualidad un nuevo viaducto ha completado la circunvalación que ha desviado el tráfico fuera de la población. Aquellos que conozcan esta travesía sabrán también de multitud de vehículos atascados en una de sus curvas, incapaces de avanzar ni retroceder). El caso es que desde el área recreativa del Campo del Cura parte una pista asfaltada con una indicación de 'Salinas'. Si la seguimos, eventualmente disfrutaremos de la siguiente vista panorámica.



Vista panorámica de las Salinas de San Javier desde el mirador
 En la fotografía panorámica se aprecian las distintas balsas de decantación y evaporación en las que se llevaba a cabo el proceso de obtención de la sal, además de algunas construcciones auxiliares. La explotación se encuentra en el fondo del barranco del Tollo, que fue desviado por el perímetro para acomodar la obra. Todas las estructuras se encuentran a una cota elevada para protegerlas de avenidas. En el centro izquierda de la imagen vemos unas manchas blanquecinas sobre el cauce. Un panel situado al efecto (modesta pero feliz iniciativa en el triste contexto actual de desconocimiento de nuestro patrimonio geológico) nos informa de que estas salinas estuvieron en explotación hasta los años 90 y ahora están abandonadas.


Panel informativo en el mirador. Click para ampliar

A pesar de verlas tan cerca no nos es posible descender desde este punto. Para bajar hay que dar un buen rodeo retomando la carretera nacional hasta encontrar el antiguo camino de acceso a la explotación. En general se encuentran en buen estado casi hasta el final, en las inmediaciones de la salina. El tramo final, de abrupto descenso, está muy acarcavado y decidimos dejar el coche y bajar a pie. Desde aquí disfrutamos de una perspectiva distinta.


Otra vista general de las salinas. La panorámica anterior se tomó justo desde enfrente, donde se intuye la pista asfaltada que discurre justo al pie de la alineación de pinos
La tarde se nos va y hemos de darnos prisa. Las balsas de evaporación están pavimentadas con losas y las arcillas que rellenan el fondo presentan grietas de retracción y, en algunos puntos, algo de sal.


Detalle de una de las balsas de evaporación. Fijaos en las losas que pavimentan el fondo y en lo abrupto de las paredes del barranco que se ven al fondo
La joven ayudante de campo Inés realiza una cata de la halita que tapiza alguna losa
El murete de las balsas está formado por lo que parecen calizas o dolomías en las que, si nos fijamos, encontramos indicios de un origen lacustre. Como por ejemplo, moldes de tallos de plantas. con bastante probabilidad provienen del relleno Mioceno de las cuencas que flanquean el diapiro.


Moldes de tallos de plantas

Otro bloque de caliza lacustre (o, mejor dicho, palustre)
Las balsas no nos proveen de ejemplos satisfactorios de cristales de halita. Pero recordemos los parches blanquecinos que avistamos en el cauce. 


El cauce del barranco del Tollo está tapizado de  halita
Efectivamente. En el cauce encontramos lo que estamos buscando. Si bien no encontré ningún cristal idimorfo de halita, sí podemos ver unos curiosos agregados.


Los agregados cristalinos de halita adquieren un curioso hábito al crecer desde el cauce
Bueno. Hemos conseguido el objetivo. Hemos encontrado el lugar. Hemos llegado a él y, tras recorrerlo, hemos encontrado la sal. El lugar tiene un indudable atractivo histórico y natural.

Ahora bien, Cofrentes está bastante lejos del mar. ¿De dónde sale la sal? Pues procede de una formación geológica conocida como Arcillas yesíferas de Quesa, que en este caso podéis ver en las paredes grises y rojizas excavadas por el barranco donde se encuentran las salinas. Esta formación no posee sal (halita, en particular) cuando aflora en superficie, ya que el agua de escorrentía disuelve ésta con facilidad. En cambio sí posee grandes cantidades de halita en el subsuelo, razón por la cual es posible extraer mediante bombeo el agua subterránea que ha estado en contacto con ella para, una vez decantadas las partículas en suspensión (arcilla, arena, etc.) proceder a la evaporación y cristalización de la sal. Los colores abigarrados ya nos son familiares: se trata del Keuper, que aflora de forma espectacular entre Cortes de Pallás, Cofrentes y el valle de Ayora en general (véase el artículo sobre el Keuper en Cortes de Pallás). El Keuper consta de 5 unidades denominadas secuencialmente K1, K2, K3, K4 y K5. De ellas, tres están definidas en las inmediaciones de Cofrentes: la formación Arcillas y yesos de Jarafuel (K1), la formación Arcillas de Cofrentes (K3) y la formación Yesos de Ayora (K5). La Fm. Quesa es la K4. Tanto la Fm. Quesa como la Fm. Cofrentes, especialmente esta última, están formadas por materiales deleznables lo que motiva que el agua de escorrentía excave en las mismas profundos barrancos (como es el caso del Tollo).



La formación Quesa se depositó en el Triásico superior, hace más de 200 millones de años. En aquel entonces toda la zona Este de lo que ahora es Iberia (y, en realidad, grandes extensiones de Europa) constituían unas gigantescas salinas naturales en las cuales el agua del mar se evaporaba depositando inmensas cantidades de halita, yeso y otras sales. Medios sedimentarios similares pueden encontrarse hoy en día en la costa arábiga del Mar Rojo. No deja de ser curioso pensar en el largo viaje de la sal extraída en esta explotación partiendo de su origen en el antiguo mar conocido como Paleothetys. 


Recostrucción paleogeográfica correspondiente al Keuper. El círculo señala la ubicación aproximada de Iberia, en la orilla del Paleothetys. Fuente: Ron Blakey - http://cpgeosystems.com/
Así pues, en este lugar no sólo es posible experimentar el encanto de un sitio donde seres humanos estuvieron trabajando a diario hasta hace un par de décadas. También podemos reflexionar acerca de la curiosa historia de un mar desaparecido hace millones de años y que nos dejó como recuerdo la sal que hemos encontrado en el barranco.


Cobertizo abandonado
Podéis leer más sobre la geología de Cofrentes visitando el volcán del cerro Agrás, en este mismo blog.

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lunes, 2 de septiembre de 2013

Dos años de Aventuras geológicas

Bueno, bueno. Se acabaron las vacaciones y Aventuras geológicas está de vuelta. Lamentablemente, una montaña de trabajo me impidió anunciar el parón habitual del mes de agosto de la forma habitual, omisión que espero que sepáis disculpar.

El caso es que, entre tanto, este geoblog ha cumplido dos años. Cuando comencé a escribir no tenía ningún objetivo más que compartir mis propias experiencias. El caso es que cuando veo que ya son 72 las entradas publicadas no puedo por menos que dar las gracias a todos los lectores que, de forma habitual o esporádica, participan de estas historias. Ciertamente nunca pensé que con el tiempo Aventuras geológicas reuniese el buen puñado de seguidores que tiene: una vez más, gracias.

Entre tanto, el blog ha adquirido entidad propia y cada vez se hace más exigente. Ciertamente en los últimos tiempos mantener el ritmo de publicación (que trato de sostener en 3 al mes) se está haciendo más difícil, en parte por causas laborales y, en parte, por la llegada del joven ayudante de campo Óscar. Sin embargo, lo peor de no mantener el ritmo es la cantidad de aventuras que se van al limbo, sin oportunidad de ver la luz. Prometo que intentaré que no ocurra muy a menudo en la próxima temporada. 


La sierra de Martés, en primer término. La muela de Albéitar al fondo.

Por último y a modo de avance os adelanto que durante el mes de agosto he estado ahí fuera, reuniendo material que espero que os resulte de interés: repasaremos la era terciaria tal y como quedó registrada en Cortes de Pallás, ascenderemos a la Sierra de Martés y visitaremos algunos lugares interesantes en la comarca del Valle de Ayora. Cómo no, tendremos algo de geología urbana. Y, si tengo éxito el próximo fin de semana, ascenderemos al Monte Perdido.

Bienvenidos de nuevo a Aventuras geológicas, amigos.


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