Ciertamente este mes ha sido bastante ajetreado. A las dificultades para encontrar el tiempo necesario para escribir se ha sumado el hecho de haber pasado bastante tiempo fuera de casa. Sin embargo, he aprovechado ese tiempo para visitar lugares y vivir aventuras geológicas que iré relatando en los próximos artículos. Y nada mejor que comenzar con el ansiado viaje a Pirineos con el objetivo de ascender a Monte Perdido.
El Parque Nacional de Ordesa y M.P. es un paraíso geológico que abruma tanto por la amplitud del paisaje como por la historia recogida en las rocas y formaciones aflorantes. Y el esfuerzo necesario para visitarlo se ve ciertamente recompensado con creces.
Pero como dice una famosa cita, de la que existen numerosas versiones (aunque yo siempre recuerdo la letra de Amazing, una canción de Aerosmith): Life is a journey, not a destination. Y es imposible sustraerse a la emoción trasmitida por la variedad de lugares, paisajes y fragmentos de la historia geológica de Iberia que se atraviesan hasta llegar a Torla. Especialmente si uno tiene la suerte de viajar de copiloto todo el viaje y puede dejar la mirada libre a la contemplación y la mente a la reflexión (gracias, sobre todo, a Manolo Benet, mi compañero de viaje e infatigable conductor).
Así pues, este artículo constituirá un compendio ordenado en el tiempo de aquellas visiones que llamaron mi atención durante el trayecto entre Valencia y el Parque Nacional, a modo de preludio de lo que nos estaba esperando. Las fotografías que ilustran este artículo han sido tomadas de Google Earth, ya que es bastante difícil tomar fotografías de calidad desde un vehículo y la herramienta Street View nos simplifica la labor.
Nuestra ruta siguió de principio a fin la autovía A-23 (autovía Mudéjar). Tras abandonar la llanura aluvial sobre la que se asienta Valencia y su área metropolitana giramos en dirección noroeste aprovechando el corredor entre la Sierra Calderona y la Sierra de Espadán. En aventuras anteriores ya hemos recorrido la primera de ellas. En estas montañas aflora magníficamente el triásico, especialmente el inferior (Bundsanstein) y el medio (Muschelkalk): una época en la que ríos transportaban grandes cantidades de materiales procedentes procedentes del desmantelamiento de los relieves variscos y los depositaban en enormes llanuras junto al océano conocido como Panthalasa y que ahora son las areniscas y limos rojizos que vemos al pasar. Posteriormente, un ascenso relativo del mar favoreció el establecimiento de una plataforma carbonatada en la que se depositaron las calizas y dolomías del Musch, las rocas de pátina anaranjada que se superponen a los niveles rojizos del Bundt. En tránsito entre estas unidades puede verse en un talud a la derecha (en sentido Teruel) antes de llegar a la salida de Albalat y Estivella:
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Tránsito entre el Bundsanstein (Fm. Marines, versicolor, a la derecha) y el Muschelkalk (arriba a la izquierda) |
Continuamos nuestro camino y, eventualmente, nos encontramos entre terrenos de edad Jurásica. Una unidad especialmente bien expuesta y reconocible es la Fm. Ritmita de Loriguilla: alternancia de calizas y margas depositadas en un ambiente marino profundo durante el Kimmeridgense (Jurásico Superior).
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La ritmita calcárea de Loriguilla desde el viaducto de Albentosa. |
Al llegar a Teruel encontramos algunos parches correspondientes al Triásico superior (Keuper), un momento en el que se desarrollaron marismas y salinas costeras de gran extensión en toda Europa. Una de sus características propias es la abundancia de yesos.
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El Keuper desde el viaducto del ingeniero Quinto Pierres |
Un poco más adelante, a la altura de la salida hacia Alcañiz, nos encontramos con parte del relleno neógeno de la cuenca de Teruel-Alfambra. El carácter detrítico - evaporítico de los materiales es bien patente en la siguiente imagen, con los yesos blancos coronando el escarpe.
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Yesos neógenos a la altura de Teruel |
Tras pasar Teruel la autovía se dirige hacia el norte aprovechando el corredor ofrecido por la fosa tectónica responsable de la existencia de la cuenca anterior. Se trata de una depresión en la que los materiales jurásicos que la flanquean forman los bloques levantados mientras que el bloque hundido genera con su subsidiencia (hundimiento) el espacio para la acumulación del relleno. En la siguiente imagen puede observarse como, al igual que en otras cuencas terciarias, prácticamente se llegó a su colmatación.
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Vista de la fosa de Teruel - Alfambra mirando hacia su límite Este a la altura de Santa Eulalia. Al fondo, el bloque levantado constituido por los materiales jurásicos de la sierra Palomera |
Continuamos nuestro camino y alcanzamos el límite septentrional de la fosa. Al pasar junto a Villarreal de Huerva vemos a nuestra derecha los materiales más antiguos que tendremos ocasión de contemplar en nuestro viaje: un afloramiento del Cámbrico inferior, pizarras y cuarcitas depositadas en el mar hace más de 500 millones de años, en los albores de la vida pluricelular.
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Materiales del Cámbrico inferior a la altura de Villarreal de Huerva |
Estamos atravesando el basamento de la Cordillera Ibérica. Tras pasar el viaducto de Paniza, en los taludes apreciamos más cuarcitas y pizarras, en esta ocasión del Ordovícico. Son un vestigio de océanos desaparecidos hace mucho tiempo, cuando hasta el supercontinente de Pangea estaba todavía en un futuro distante decenas de millones de años.
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Pizarras y cuarcitas a la altura del viaducto de la Paniza |
Desde aquí comenzamos a atravesar la cuenca del Ebro. Nuevamente los taludes muestran una combinación de arenas, gravas y conglomerados mientras nos acercamos a ese gran río. Sin duda, una visión impresionante cuando alguien viene de una región como la mía. No me canso de verlo.
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Gravas en los taludes de la Z-40, circunvalación de Zaragoza |
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El río Ebro a su paso por Zaragoza desde el viaducto de la A-23 |
Atravesamos otro gran río, Gállego, y al seguir hacia el norte advertimos las etapas finales de relleno de la cuenca, evidenciadas por los yesos y margas yesíferas. Un gran ejemplo al pasar por la localidad de Zuera.
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Yesos masivos en un desmonte a la altura de Zuera |
Tras decenas de kilómetros de llanura pasamos Huesca y, por fin, vemos alzarse las montañas ante nosotros. Durante un buen rato nos dirigimos hacia ellas viendo como se agiganta su silueta. Se trata de los relieves cretácicos de la sierra de Guara, deformados por la colisión entre Iberia y Eurasia que comenzó a principios del Paleógeno. El Pirineo está cerca.
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Por fin las montañas. La sierra de Guara al frente |
Atravesamos la sierra de Guara. El paisaje cambia por completo. De la estepa previa a la sierra al clima y vegetación propios de una zona montañosa. Y tras subir al puerto de Monrepós, ahí están: los Pirineos ante nosotros. Qué tremenda visión de la zona axial con sus cumbres nevadas.
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La zona axial pirenaica desde el puerto de Monrepós |
Nos queda poco para llegar a nuestro destino. Tras pasar Sabiñánigo cogemos el desvío hacia el Parque de Ordesa y, finalmente...
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El valle de Ordesa desde el centro de visitantes situado en Torla. Esta fotografía es la única de este artículo que no he extraído de Google Earth... |
La visión del valle desde Torla es espectacular. Al fin estamos allí y sólo nos queda organizar las mochilas y comenzar el ascenso. El viaje ha sido largo, pero nos ha dado la oportunidad de admirar una buena parte de la riqueza geológica de nuestro país.
En el próximo artículo comenzaremos a explorar la geología del parque y de esa gran montaña que es el Perdido.
Nota: todas las imágenes de este artículo, salvo la última, proceden de Google Earth y su herramienta Street view.
[Esta es la primera entrega de la serie acerca de la geología de Ordesa y Monte Perdido. Continúa aquí con la segunda entrega]
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