viernes, 21 de septiembre de 2012

Tesoros en la arena

La arena es algo muy común en la vida de las personas. Muchos de nosotros hemos jugado con ella en la playa. Se emplea de forma universal como material de construcción. Está en el núcleo de muchas imágenes mentales como las temibles arenas movedizas, las viviendas construidas sobre débiles cimientos, el tiempo que se escapa inexorablemente y muchas más. Parece algo muy común, homogéneo, inagotable y, sobre todo, anodino. Pero si miramos bien, descubriremos que hay muchas cosas que ver en su interior. 

¿Qué es la arena, en realidad? Geológicamente, su definición se basa exclusivamente en el tamaño. Básicamente se trata de un material compuesto por partículas (o clastos) de tamaño entre 0,063 mm y 2 mm. Nada más. La naturaleza de esas partículas puede ser muy variada, como veremos: trozos de roca, granos de minerales y fragmentos esqueléticos de seres vivos. Todo ello hace que la arena sea un material mucho más heterogéneo de lo que podamos imaginar en un principio. 

Si uno pone cierto interés y tiene ocasión de comparar arena de distintas procedencias enseguida se dará cuenta de la gran variedad existente de colores, texturas, etc. lo que la convierte de facto en un objeto de colección. En efecto, hay mucha gente coleccionando arena, como podréis comprobar simplemente realizando una búsqueda en internet. Yo mismo dispongo de una cierta cantidad de muestras, que no obstante no son más que un grano de arena (¡qué ocurrente!) en la inmensidad de las colecciones de los aficionados verdaderamente entregados a esta práctica. Incluso el intercambio es algo muy habitual.

Y tras esta breve introducción vamos a hacer un sencillo recorrido iniciático sin más ayuda que nuestra querida lupa de 10 aumentos. 

Examinemos en primer lugar esta muestra de arena del desierto del Sáhara. Está compuesta casi exclusivamente de granos de cuarzo teñidos de rojo por la pátina de hematita que los recubre. Su tamaño es muy homogéneo (están bien seleccionados a causa del transporte por el viento) y muy bien redondeados.

Arena del Sáhara
La siguiente muestra es de la playa de Riazor, en La Coruña. Está compuesta mayotitariamente por cuarzo. Pero en esta ocasión los granos no están teñidos y son de mayor tamaño. Además, no están tan bien seleccionados ya que el oleaje del mar tiene mayor energía y por eso mismo poseen bordes angulosos a causa de las colisiones entre unos y otros. 

Arena de la playa de Riazor. La Coruña

Sin embargo, una de las cosas más interesantes consiste en el descubrimiento de que, en ocasiones, una buena parte de la arena está constituida por fragmentos de seres vivos. Básicamente se trata de restos esqueléticos formados por carbonato cálcico (principalmente aragonito, una variedad mineral segregada preferentemente, aunque en ocasiones puede tratarse de calcita, otra variedad cristalina). Es maravilloso contemplar lo delicado de estas estructuras construidas por formas vivientes. La siguiente muestra procede de la playa del Sardinero, en Santander. Podemos ver, en primer lugar, un fragmento de espícula de erizo de mar. Junto a ella hay varios fragmentos de conchas de bivalvos. Y también podemos ver parte de la concha (teca) de este mismo animal. Las protuberancias son muy características, forma parte del sistema ambulacral y pueden tener diversos usos, entre ellos la locomoción.

Fragmentos bioclásticos en arena del Sardinero: 1. Espícula de erizo. 2. Fragmentos de concha de bivalvo. 3. Fragmento de la teca de un erizo
Los siguientes ejemplos provienen de una muestra recogida en Formentera. Entre los bioclastos reconocibles  hay gasterópodos (caracoles), briozoos (un tipo de animal colonial), foraminíferos (protozoos que segregan una concha calcárea) y lo que parece el tubo enrollado de un serpúlido (un gusano).

Arena de Formentera: gasterópodo
Arena de Formentera: Foraminífero. Esta imagen ha sido ampliada digitalmente
Arena de Formentera: 1. Serpúlido? 2. Fragmento de foraminífero. 3. Fragmento de espícula de erizo. Esta imagen ha sido ampliada digitalmente
Si os habéis fijado habréis visto que en las muestras de arena de Formentera hay una gran proporción de bioclastos (granos de la arena que proceden de restos de seres vivos). En casos extremos, toda la arena tiene esta composición. Tal es el caso de las playas del Caribe, de origen coralino, al igual que la siguiente muestra, procedente de Kuramati (islas Maldivas).

Arena de Kuramati. Su origen es completamente bioclástico
Este artículo no ha sido más que una breve introducción a este apasionante universo. Como casi siempre, en la Naturaleza hay mucho más de lo que se puede ver a simple vista, si sabemos qué buscar. Si se ha despertado en vuestro interior el instinto de coleccionistas de arena y queréis saber más, os animo a visitar el siguiente blog: www.sandatlas.org. El autor es Siim Sepp, geólogo estonio que realiza un gran trabajo de divulgación a través de su sitio en internet. 
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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Lo que queda detrás.

Tras un terrible incendio forestal  como el que sufrió Cortes de Pallás el pasado mes de junio la opinión general se dirige rápidamente hacia ideas comunes como el impacto anímico que sufre cualquiera que transite por la zona, especialmente los residentes. Las posibles causas de que un incendio alcance tales proporciones. El estado de abandono del campo. Los cambios necesarios en la política forestal...

Sin embargo, es llamativo observar como la mayoría de semejantes opiniones se expresan 'en abstracto'. Incluso en una zona rural como Cortes con multitud de senderos y oportunidades para recorrer la montaña es sorprendente la cantidad de gente no ha tenido un contacto 'íntimo' con las zonas desaparecidas, ni antes ni después, más allá de circular por la carretera observando a través de la ventanilla. 

He tenido ocasión de caminar mucho este verano por la tierra arrasada por el fuego y este artículo recoge los pensamientos y sensaciones que esta experiencia produce. Lamentablemente Cortes ha sufrido varios incendios de gran magnitud en las últimas décadas, por lo que ya en el 94 transité, en bicicleta en aquel entonces, a través de tierra quemada. Sin embargo en aquel entonces era demasiado joven para poder percibir plenamente la sensación de irreversibilidad ante el reconocimiento de que nunca volveré a caminar por aquellos lugares tal y como solían ser.

Al conocer la noticia del incendio lo primero que sentí fue una rabia profunda. Quedó reflejada en el artículo recuerdos de un paisaje que desaparece. Y eso a pesar de que hacia años que lo esperaba. La primera visión que tuve del incendio fue de lejos: ceniza sobre las calles de Valencia y una masa de humo en el horizonte. Un sol y una luna extraños.

Pasaron un par de semanas antes de subir a Cortes. 40 km de desolación. No puedo ni dar una aproximación de las veces que he conducido por esa carretera. Uno conoce cada curva, recta, recodo y, por supuesto, cada árbol. Constituyen hitos que te ayudan a saber dónde estás y cuánto te queda para llegar a casa. Verlos quemados es como perder a viejos amigos.

El sol brilla rojizo a través del humo. Peaje de la AP7 en Almussafes

Ceniza en la terraza de casa, resultado de la lluvia plomiza  que cayó sobre Valencia y su área metropolitana durante días
Cada vez que uno recorre la carretera trata de responder las preguntas que surgen de la contemplación del nuevo paisaje: ¿hasta dónde llegó el incendio? ¿cuánta sierra de Martés se ha quemado? ¿Ha afectado a la muela de Albéitar? ¿Y al otro lado del río? Todo ello convierte el primer impacto, emocional, en algo más analítico. Se llega a asumir lo ocurrido. Poco a poco, la percepción se anestesia.

Y luego uno sale a caminar. Podría pensarse que, en realidad, no hay necesidad de verlo de cerca. Ya se sabe lo que se va a encontrar. O no. Las rocas están donde están y si uno quiere ver un afloramiento concreto hay que ir. El primer lugar fue el sendero entre Guartipol y Rambla seca, dónde ya estuve un par de semanas antes de la catástrofe. Casi dos meses después volví allí.

Lo primero que uno descubre es que un paisaje ha desaparecido, pero hay otro en su lugar. En ocasiones la grandiosidad del lugar es tal que casi se olvida uno de lo ocurrido.

Amanece tras el pico Salinas junto a la desembocadura de la Rambla de las Moreras

Resulta extrañamente fascinante caminar por lugares que, sólo unas semanas antes, eran inaccesibles a causa del gran desarrollo de la vegetación. De repente no existen limitaciones. Y se toma contacto con la tierra calcinada, una mezcla de polvo y ceniza. Hay un profundo silencio. Ni trinos de pájaros, ni zumbidos de insectos, ni rumor del viento en las hojas. Un silencio tan profundo que resulta sobrecogedor.



Al desaparecer el velo de la vegetación aparecen otras cosas. Los caminos se tornan evidentes, como cicatrices en la montaña. Las obras humanas, como ribazos construidos y olvidados hace mucho tiempo. Madrigueras de animales abandonadas. Y, por supuesto, basura. Objetos extraños en lugares totalmente inusitados.

Tubo fluorescente abandonado en el campo en un lugar sin población y lejos de caminos. El calor del incendio fundió el vidrio
Otros detalles son espeluznantes y nos trasladan, siquiera mentalmente, al infierno vivido en aquellos días. Bajo el fuerte viento de poniente que atizó el incendio los troncos se inclinan y el calor seca y endurece la madera. Estos árboles permanecen ladeados hacia el este, como si el viento siguiese soplando y no estuviesen muertos.


Cuando uno mira a lo lejos capta la atención una serie de líneas rectas blancas que contrastan fuertemente sobre el suelo ennegrecido. Al acercarse uno descubre que son las cenizas blanquecinas de aquellos árboles que cayeron derribados y se consumieron por completo.


En muchos lugares se ve como el calor llegó a fracturar las propias rocas, arrancando lascas que dejan una cicatriz limpia sobre el fondo oscurecido por el humo.



Y no sólo los cortafuegos resultaron inútiles ante las condiciones ambientales. El fuego cruzó el cañón del Júcar en las inmediaciones de la cerrada de la presa de Cortes, en un paraje conocido como La Muralla.

En el centro de la imagen la cerrada de la presa. El fuego saltó de derecha a izquierda. Es posible comparar esta imagen con otra del mismo lugar tomada antes del incendio en el artículo 'Recuerdos de un paisaje que desaparece'

Pero hay razones para la esperanza. En medio de la desolación me encontré con grupos de cabras montesas que, de algún modo, habían sobrevivido y llegado al lugar buscando alimento. También huellas de jabalí por los caminos. Y en algunos lugares, extrañamente y por un azar, algún pino consiguió sobrevivir en medio de la desolación.


Como decía Ian Malcom, el matemático especialista en teoría del caos de la novela Parque Jurásico, la vida se abre camino. Increíblemente, el palmito es capaz de rebrotar de un tocón carbonizado.


Y a continuación os presento a unos pequeños héroes. Colonos en una tierra inhóspita, luchando por sobrevivir y prosperar en lo que, por otro lado, es una tierra de oportunidades. Lamentablemente no soy capaz de identificar ninguna de ellas, salvo la carrasca. Evidentemente, la botánica no es lo mío.


 
 


Tan sólo dos meses después del incendio, muchas laderas ya están cubiertas de un tapiz verde de jóvenes  ejemplares de especies colonizadoras. Y de ese modo, poco a poco, el paisaje cambia de nuevo y el mundo desolado que apenas hemos llegado a conocer desaparece también. Tal es la naturaleza de las cosas.

La fuente de Guartipol sigue fluyendo y delinea un reguero verde en la ladera


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jueves, 6 de septiembre de 2012

El Cretácico superior en Cortes de Pallás. Parte III.

Aventuras geológicas regresa tras un periodo de descanso estival. Espero que vosotros también hayáis podido disfrutar de unas merecidas vacaciones disfrutando sobre el terreno de algo de buena geología de campo. 

Hoy quiero mostraros algo de lo que he estado haciendo durante el mes de agosto. Una parte de mis salidas de campo ha estado destinada a cubrir el hiato existente en mi descripción de los afloramientos del Cretácico superior en Cortes de Pallás, en concreto entre el artículo 'El Cretácico superior en Cortes de Pallás (II)' y la serie 'Vestigios de un mar en retirada (I, II y III)', o lo que es lo mismo, entre los materiales pertenecientes a la formación Dolomías tableadas de Villa de Ves y los de la Fm. Calizas de la Sierra de Utiel.

Habíamos dejado nuestro relato en un punto en el cual lo que hoy es Cortes se encontraba en la orilla del mar de Tethys, del cual el Mediterráneo no es más que un vestigio. Esto se pone de manifiesto en los materiales propios de ambientes marinos marginales como extensísimas llanuras de mareas carbonatadas. Temporalmente nos encontramos en el Cenomaniense, entre 99 y 93 m.a., aproximadamente. ¿Cómo continúa la historia? Pues el mar avanzará como nunca antes sobre la tierra firme, inundando los continentes y, en el caso de Iberia, propiciando incluso la conexión marítima entre el protoatlántico y el dominio de Tethys. Se trataba, en cualquier caso, de mares someros (epicontinentales) y con predominio de sedimentación carbonatada dada la ubicación tropical de Iberia y la gran productividad del medio marino.

Con estos antecedentes no nos queda más que salir al campo a la caza de buenos afloramientos donde estudiar estos episodios. Pero ello, como veremos, no es cosa fácil. La naturaleza de los relieves de Cortes, en su mayoría tabulares con estratificación subhorizontal, hace que los materiales de esta edad queden colgados a mitad de ladera entre los dos cortados verticales (cinglas, en Cortes) asociados a las formaciones dolomíticas subyacentes y suprayacentes, lo que dificulta el acceso. Estamos, pues, limitados al uso de senderos o carreteras que asciendan a través de los acantilados, lo que introduce necesariamente un sesgo ya que el trazado no es arbitrario, sino que aprovecha aquellos lugares donde los relieves son menos acusados y los materiales más fácilmente excavables.

En resumidas cuentas, he seguido (o visitado) los siguientes itinerarios (o lugares) resultando que cada uno de ellos ha resultado útil para definir una parte de la historia:
  1. Carretera de Cortes de Pallás a Otonel, en las inmediaciones de esta última localidad
  2. Pista que desciende de la Muela de Cortes hacia el Valle de Albéitar
  3. Sendero local Ruta Cavanilles, que asciende a la Muela desde Cortes de Pallás por el paraje de la Cortada
  4. Sector de escalada del Embalse, junto al embarcadero de Cortes
La siguiente imagen ayudará a clarificar la situación de cada uno de estos afloramientos.

Mapa de afloramientos. A efectos de escala, la distancia de Cortes a Cofrentes es de unos 7 km en línea recta
Fuente: Google Earth
Es interesante comenzar con una vista general de la Muela de Cortes, que nos ofrece una buena idea de la morfología de los materiales. Precisamente esta expresión morfológica es la que nos permite, en una primera instancia, correlacionar distintos afloramientos y nos sirve de punto de partida. Así pues, fijaos en que podemos distinguir claramente tres resaltos, conocidos localmente como cingla de abajo, de 'en medio' y de arriba. Entre ellos el terreno adopta una pendiente más tendida. La cingla de abajo corresponde con la Fm. Calizas de Aras de Alpuente. La de 'en medio' corresponde con las Dolomías de Alatoz y parte de las Dolomías tableadas de Villa de Ves. Por encima de la tercera, no tan claramente visible, existe en parte de la Muela un nuevo escalón topográfico asimilable a las Calizas de la Sierra de Utiel. Y entre medias está nuestro objetivo: un primer tramo de pendiente más suave, el resalto de la cingla de arriba y un nuevo tramo de pequeño espesor y mala expresión topográfica:

Expresión morfológica de los materiales en la Muela de Cortes. Explicación en el texto.
En nuestra investigación no estamos totalmente perdidos. En la columna estratigráfica de la cuenca suribérica tras los materiales de la Fm. Villa de Ves se deposita la Fm. calizas y margas de Casas de Medina, denominación local de la Fm. Margas de Casas de Medina, y sobre ella las dolomías de la Fm. Ciudad Encantada. En nuestro afloramiento 2, correspondiente a la pista de Sácaras, es posible observar lo siguiente al poco de comenzar el descenso:

Pista de La Muela a Sácaras. Coronando la serie las dolomías de la Fm. Ciudad Encantada. Por debajo, en colores muy blancos, aparece una alternancia de calizas y margas
Como veis hay un contraste claro tanto en color como el litología. Bajo los materiales dolomíticos suprayacentes aflora un paquete de pequeño espesor, quizá 5 - 6 m. La prueba del ácido nos confirma que no se trata de dolomías. Se trata de calizas y margas bien estratificadas, en bancos centimétricos y decimétricos. Los niveles margosos presentan una estructura nodulosa mientras que las calizas son masivas o  muestran una laminación fina. No encuentro fósiles ni señales de bioturbación, más allá de la propia textura nodulosa.

Detalle de la Fm. Calizas y margas de Casas de Medina. Escala cortesía de la joven ayudante de campo Inés
Si continuamos descendiendo para ver qué tenemos a continuación nos encontramos con dolomías y margas dolomíticas muy bien estratificadas que presentan detalles que nos son familiares como laminación algal y de ripples, porosidad de tipo vug y fenestral y bioturbación en la forma de galerías que son paralelas a la laminación y confieren a la roca un aspecto característico. Evidentemente nos encontramos con la Fm. Dolomías tableadas de Villa de Ves.

Aspecto de un tramo de la Fm. Villa de Ves
Tras una inspección detallada pude identificar el probable contacto entre ambas formaciones. Está formado por un nivel ferruginizado y bioturbado que posiblemente constituya un hardground formado tras la subida relativa del nivel del mar que motivó el paso de las condiciones costeras con depósitos incluso supramareales de la Fm. Villa de Ves a las facies que representan las condiciones marinas más profundas en el Cretácico superior. Ahora estamos seguros de haber identificado claramente la Fm. Casas de Medina (denominación local, recordemos, de la Fm. Margas de Casas de Medina) y somos testigos de este cambio en las condiciones de la cuenca. En general, la Fm. Casas de Medina contiene una fauna relativamente abundante de fauna pelágica, incluyendo ammonites y belemnites, aunque yo no encontré ni un sólo fósil (quizá en el futuro).

Transición entre la Fm. Villa de Ves y la Fm. Casas de Medina. El martillo se apoya sobre la superficie de transición

Superficie de contacto bioturbada y ferruginizada. Representa la superficie del fondo marino en  el inicio de la rápida subida del nivel relativo del mar. 
Naturalmente continué el recorrido hacia el pie de La Muela viajando en el tiempo tan atrás como me fue posible, y en el camino pude ver en sucesión las formaciones Fm. Alatoz, Fm. margas de Chera, Fm. Calizas de Aras de Alpuente y Fm. Sácaras (que, por cierto, tiene su estratotipo definido aquí mismo). A la vista de ello puedo afirmar que esta pista forestal permite realizar un estudio bastante interesante del Cretácico superior de forma cómoda. Además, lo remoto de este lugar, en el interior del macizo del Caroche, proporciona una sensación única de aislamiento. En efecto, este macizo y la Muela de Cortes constituyen lo que se ha llamado el 'gran desierto demográfico valenciano'. En su interior no existen poblaciones, ni carreteras, ni apenas cultivos, ni explotaciones industriales o ganaderas.

Contacto entre las Fm. Villa de Ves y Fm. Alatoz. No puedo precisar exactamente  el punto ya que ambas formaciones presentan una transición suave entre dolomías
Contacto entre la Fm. Alatoz y la Fm. Margas de Chera, con su color verde característico. En este caso el contacto es muy neto y representa la culminación del cortejo sedimentario de nivel alto del mar (highstand)

Contacto entre la Fm. margas de Chera y la Fm. Aras de Alpuente. El martillo reposa sobre el techo de esta última
Finalmente, abajo del todo, tropezamos con el estratotipo de la Fm. Sácaras, unidad con mayor contenido detrítico y que al ser más deleznable se manifiesta como un relieve más tendido. Está integrada por areniscas y margas con intercalaciones calizas y es muy rica en fósiles. Se encuentran con relativa facilidad bancos de ostreidos, equínidos y braquiópodos (indicativo de condiciones de salinidad normal), gasterópodos y bivalvos.

Vista de las margas y areniscas de la Fm. Sácaras
Satisfecho nuestro primer objetivo nos proponemos ahora estudiar el segundo: el farallón dolomítico de la Fm. Ciudad Encantada. Los primeros materiales que pertenecen claramente a esta formación son unos niveles calcareníticos indicativos de medios de mayor energía y menor profundidad asociados a la progradación de la plataforma carbonatada sobre al cuenca más profunda representada por la Fm. Casas de Medina. Aquí los podéis ver:

Niveles calcareníticos de la base de la Fm. Ciudad Encantada
Aquí descubrí una curiosidad muy interesante. Cerca de lo que podría ser el contacto entre ambas formaciones tenemos evidencias de la actividad de organismos que excavaban en un sedimento con la suficiente consistencia como para que sus galerías fuesen estables, con bordes netamente definidos. Y se mantuvieron así el tiempo suficiente como para ser rellenadas de forma pasiva a posteriori por materiales depositados sobre el anterior nivel del fondo. Fijaos en la neta superficie de transición y en cómo se ha rellenado desde arriba el sistema de galerías. Ved también que esa superficie de contacto presenta un color rojizo a causa del contenido en óxidos de hierro:

Relleno de galerías con material bioclástico depositado sobre el contacto

Por último echamos un vistazo al aspecto bien estratificado de los niveles dolomíticos inferiores de esta formación.


Dolomías tableadas de la Fm. Ciudad Encantada
Sin embargo, no es este el mejor afloramiento para el estudio de esta formación. En un próximo artículo acometeremos el análisis de los cortes en las otras tres localizaciones (1, 3 y 4 en el plano anterior). Para acabar os dejo una vista del valle de Sácaras donde puede seguirse el recorrido efectuado por la pista.

Pista que desciende de la Muela a Sácaras. El puntal que aparece arriba a la derecha es el Cinto de la Cabra, punto más alto de la Muela (aprox. 1.100 m.s.n.m.)
Continúa leyendo el cuarto artículo de esta serie.





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