jueves, 9 de febrero de 2012

He sido la Muerte...

"He sido la Muerte, el Destructor de mundos". Esta cita, procedente de un Veda hindú probablemente anterior al año 1.000 antes de Cristo, se atribuye al físico de origen alemán Robert Oppenheimer tras el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y comprobar sus resultados. Oppenheimer trabajó en el proyecto Manhattan durante la segunda guerra mundial y quedó impresionado por la capacidad de alterar para siempre la Tierra que representaba la energía atómica.

Pero no es el único. Existe un ser que ha alterado para siempre la faz de la Tierra. Su descubrimiento de formas de obtener energía mediante procesos químicos desconocidos hasta el momento ha vertido gases venenosos en la atmósfera convirtiéndola en un infierno para el resto. Ha alterado la composición de la corteza terrestre y ha obligado a todos los que no podían convivir con él a buscar refugio en lugares remotos e inaccesibles. Ha modificado de tal forma la Tierra que puede decirse sin lugar a equivocarse que hay un antes y un después a su aparición. Estamos hablando, naturalmente, de...las cianobacterias.

Efectivamente, en este mundo de bacterias (ha sido exclusivamente de ellas durante la mayor parte de la historia y sigue siéndolo sea cual sea el criterio que se emplee para evaluarlo) la aparición de las cianobacterias constituyó un hito para la Vida. Antes de ella la atmósfera tenía una composición muy distinta a la actual, extremadamente venenosa para seres como nosotros y la mayoría de las formas de vida macroscópica (pero no para las bacterias que poblaban entonces el mundo). Las cianobacterias fueron las primeras en descubrir un nuevo ciclo metabólico, la fotosíntesis oxigénica, que liberó al mar y la atmósfera ingentes cantidades de oxígeno, gas que es imprescindible para nosotros, pero un veneno terrible en aquel momento para todo lo que no fuese una cianobacteria. Este oxígeno limpió la atmósfera de gases venenosos (para nosotros) e hizo la Tierra como nosotros la conocemos (incluso el color del cielo, tan característico de nuestro planeta). El resto de organismos tuvo que buscar refugio lejos del oxígeno. Algunos de ellos sobreviven hasta hoy como extremófilos en ambientes irresistibles para otras formas de vida, en aguas a gran temperatura o en lugares como las fumarolas de las dorsales oceánicas, como base para cadenas tróficas totalmente independientes de la luz del Sol, formando comunidades que posiblemente no han cambiado nada desde hace mucho tiempo y que se desarrollan de espaldas a lo que ocurre en la superficie, a cuatro o cinco kilómetros por encima de ellas.

Aquí vemos al ser responsable de la mayor alteración del medio ambiente en
 la  historia de la Tierra


He querido hacer este pequeño juego porque me resulta curioso como la mayoría de la gente considera que el ser humano está alterando el mundo como nunca ha ocurrido con otra criatura viva antes. Que está causando un daño al resto de seres sin precedentes o que su misma existencia ha supuesto el fin de las reglas del juego evolutivo. Algo así como si su aparición fuese 'el fin de la Historia' evolutiva. Todo ello es falso, naturalmente. Y quizá el equívoco procede de considerar al ser humano y sus creaciones como algo ajeno a la Naturaleza, algo que sigue siendo falso.

Evidentemente es lamentable que las personas causen daños innecesarios a otros seres vivos o que afecte al medio natural de forma grave y, a veces, sin justificación aparente más que la ignorancia. Pero, paradójicamente, la principal víctima de todo ello es el ser humano y la preocupación y exaltación que algunas personas muestran al tratar de estas cuestiones sólo puede entenderse desde un antropocentrismo que esas mismas personas afirman denostar.

Estos hechos graves, que a los amantes de la Naturaleza nos causan gran rechazo, no deben ser en ningún caso una justificación para olvidar o no intentar siquiera conocer la verdadera magnitud y lugar de todas las cosas en este nuestro mundo y en la inconcebiblemente larga historia de la vida (más de 3.500 millones de años sobre la Tierra sin interrupción). La Vida, nos guste o no, seguirá sin nosotros en cualquier caso.

Por último he querido hacer una broma final ilustrando este comentario con una imagen de los estromatolitos de la bahía Shark, en Australia. Estas estructuras son originadas por, entre otras, comunidades de cianobacterias y se encuentran en el registro fósil prácticamente sin alteración desde hace miles de millones de años. El hecho de que aparezca una persona contribuye al resultado del divertimento. Por cierto, la imagen la he sacado del sitio web http://www.aslo.org.


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domingo, 5 de febrero de 2012

La geología de las pequeñas cosas

Uno de los encantos de la Geología es que puede encontrarse en cualquier sitio. A veces a gran escala, a veces en pequeñas cosas.

Por ejemplo, uno puede sentirse conmovido por la majestuosidad de un acantilado, por sus dimensiones y por el abismo de tiempo que queda expuesto en el corte vertical que contemplamos. Pero también en detalles minúsculos que nos retrotraen a un instante del tiempo pasado, detenido para siempre y conservado en piedra, como una fotografía antigua que encontramos de repente en un cajón.

Hubo un tiempo hace unos 300 millones de años en el que en lo que sería Irlanda existía un mar profundo y poco oxigenado al cual llegaban sedimentos arcillosos, limosos y arenosos que se acumularon durante mucho tiempo y que, al quedar expuestos, forman ahora los acantilados de Moher, lugar espectacular en el oeste de Irlanda que ya es un geoparque.

Acantilados de Moher. Mirando al norte hacia O'Briens Tower

200 millones de años después, en un mar cálido y poco profundo que cubría buena parte de lo que ahora es el este de la península ibérica, los esqueletos calizos de incontables seres diminutos se acumularon en enormes espesores, ahora visibles, por ejemplo, en el cañón del río Júcar a su paso por la localidad valenciana de Dos Aguas.

Acantilados cretácicos del Pico Matrona. Cañón del Júcar
Hasta aquí las grandes cosas. Veamos algo de las pequeñas. Hace unos 230 millones de años, en el Muschelkalk, en  una zona costera junto a otro mar somero, un pequeño charco dejado por la marea se secó lentamente y, al hacerlo, el barro calizo del fondo se agrietó. Lo más probable hubiese sido que algún evento posterior, la marea creciente, una tormenta, hubiesen borrado ese frágil recuerdo. Pero eso no ocurrió. De algún modo esa fina lámina de materiales con su pedacito de historia de un día remoto en un mundo muy diferente se conservó. Y 230 millones de años después alguien lo encontró durante una salida al campo y fue capaz de interpretarlo.Y de esa forma el recuerdo de aquel día pasado no se perdió para siempre.

Grietas de retracción en un bloque de dolomías del Muchelkalk
Uno de los principios básicos de la Geología, uno que permitió el establecimiento de esta ciencia, es el del Actualismo. Este principio establece que el Presente es la clave del Pasado: los mismos fenómenos que actúan en la actualidad lo hicieron en el pasado, y ello nos permite interpretarlo. Aquí un ejemplo:

Grietas de retracción actuales
Otra historia: hace unas decenas de miles de años (o quizá más de cien mil, es difícil precisar) la lluvia caía sobre una playa de la futura Almería. Los guijarros que alguna tormenta anterior había depositado sobre la arena actuaron como escudos, impidiendo la erosión de ésta. Y el resultado, recuerdo de aquellos sucesos, ahora existe como parte de un acantilado rocoso varios metros sobre el nivel del mar Mediterráneo.

Formas originadas por la lluvia en una antigua playa. Roquetas de Mar.
El mismo fenómeno tras una tormenta en un campo de Cortes de Pallás.

Formas de erosión tras una tormenta reciente
De la misma forma, a veces los seres vivos prolongan su efímera vida y disfrutan de una segunda oportunidad momificados en roca. En este caso, el musgo que crecía en un antiguo cauce abandonado del Arroyo de Cortes de Pallás quedó recubierto por partículas de carbonato cálcico. Y aunque el cauce ya no discurre por allí, su presencia es un recordatorio de su antiguo trazado. La comparación entre las dos imágenes permite apreciar lo detallado de la conservación de las estructuras del musgo.

Toba calcárea en un cauce colgado del Arroyo de Cortes de
Pallás. Click para ampliar

Musgo en el cauce actual del Arroyo
Y eso es todo. Quizá no sea demasiado. O quizá sea mucho. En cualquier caso, son algunas páginas del libro de la Tierra, un libro en el que, de un modo u otro, todos tenemos nuestra parte. Y mejor aún, todos tenemos la oportunidad de salir ahí fuera y leer...
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