sábado, 10 de octubre de 2015

Una visita breve a la zona Centroibérica

Últimamente estoy viajando mucho, lo cual tiene su lado bueno y su lado malo. Mientras vas y vienes, vida tienes, dice un refrán castellano. Y, además, ves rocas (eso lo añado yo). La parte mala es no tener la ocasión de dedicar a las rocas el tiempo que se merecen, no poder parar en todos los sitios que a uno le gustaría y soportar la frustración de ver pasar los desmontes de las carreteras a 100 km/h, tan cerca y a la vez tan lejos.

Pero bueno, no nos pongamos dramáticos. Siempre hay ocasión de dedicar algo de tiempo a esas buenas viejas rocas. En esta ocasión he estado en el noroeste de la península, lo que me ha permitido pisar los fundamentos de Iberia (en realidad no hace falta ir tan lejos para eso, pero un poco de efectismo nunca viene mal).

Podríamos decir que Iberia se divide en dos grandes partes: de una parte, el macizo Ibérico, que se cubre el oeste del territorio. Son los terrenos más antiguos, el basamento sobre el que se asienta el resto. De otra, la cobertera mesozoica, al este, que se apoya sobre la primera. La segunda la conocemos bien: la mayor parte de las aventuras descritas en este blog acontecen sobre estos terrenos, básicamente rocas sedimentarias depositadas en los márgenes del mar de Thetys y plegadas durante la orogenia alpina y los rellenos de las cuencas que se formaron durante y tras esta orogenia. Nos cuentan la historia de la ruptura de Pangea, la colisión entre África y Eurasia y la formación de los Pirineos, la cordillera Ibérica y las Béticas. Pero, ¿qué hay del resto?

El macizo Ibérico se extiende desde la costa del cantábrico hasta el valle del Guadalquivir, desde la costa atlántica de la península hasta, aproximadamente, el centro de la misma, si bien hacia el este está cubierto por los rellenos sedimentarios de las cuencas terciarias del Duero, Tajo y Ebro y sólo aflora en los núcleos de las cadenas montañosas. Cuenta con las rocas más antiguas de la península, en el Precámbrico de la cordillera Cantábrica se han datado rocas de más de 600 millones de años de antigüedad.

Ya sabemos que las rocas son las páginas de la historia de la Tierra pero entonces, ¿qué está escrito en las rocas del macizo ibérico? Nada menos que el registro de continentes y océanos ya desaparecidos y la formación de el último supercontinente: Pangea. El macizo ibérico es una amalgama de parte de aquellos continentes y océanos, que todavía pueden reconocerse en cada una de las zonas en que se divide: la zona Cantábrica, la zona Asturoccidental-Leonesa, la zona de Galicia-Tras os Montes, la zona Centroibérica, la zona de Ossa-Morena y la zona Sudportuguesa.

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Principales unidades geológicas de Iberia. Fuente: Wikipedia. Autor PePeEfe. Tomada según las condiciones de la licencia.

El proceso de formación de Pangea se extendió a lo largo de un enorme periodo de tiempo mientras una tras otra las masas continentales, impulsadas por la tectónica de placas, colisionaban entre ellas dando lugar a una inmensa cordillera, estilo Himalaya, llamada orógeno Varisco. Por ser (algo) más precisos, entre el ordovícico (hace unos 465 Ma) y el Carbonífero (hace 340 Ma).

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Posición aproximada de Iberia en el Ordovícico. Modificado del sitio web de Colorado Plateau Geosystems, del Prof. Ron Blakey: http://cpgeosystems.com/index1.html

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Posición aproximada de Iberia en el Carbonífero. Modificado del sitio web de Colorado Plateau Geosystems, del Prof. Ron Blakey: http://cpgeosystems.com/index1.html

Bien. Como os he adelantado, esta semana he estado de viaje por el noroeste. Concretamente en las provincias de Orense, Lugo (por los pelos) y Zamora. Vamos, por la zona Centroibérica. Los materiales de esta zona son, litológicamente, muy uniformes: principalmente cuarcitas y también pizarras del Ordovícico que se depositaron como arenas y arcillas bajo el mar, sobre la plataforma continental de Gondwana, y que experimentaron metamorfismo al quedar atrapadas en la colisión continental ya descrita. En ese proceso las arcillas se transforman en pizarras, las arenas en cuarcitas y, además, las capas se deforman formando pliegues tan espectaculares como el que se puede ver en la sierra de O Caurel. Y cuando digo espectacular es espectacular, ya que aquí es posible apreciar de forma única las fuerzas que configuran la Tierra. El pliegue de Campodola-Leixazós ha sido declarado Monumento Natural por la Xunta de Galicia y forma parte de la relación de puntos de interés geológico mundial Global Geosites. A la altura del km 9 de la carretera LU-651 se ha establecido un mirador con material didáctico para interpretar la estructura. Y, sin más, las rocas.

Pliegue tumbado de Campodola
Vista general del pliegue de Campodola desde el mirador geológico instalado en la carretera LU-651. Obsérvese el eje del pliegue, prácticamente subhorizontal. En la siguiente imagen la interpretación que se muestra en el panel del mirador.
Y aquí la interpretación, tal y como se muestra en el panel instalado en el mirador, en el que también se explica brevemente el contexto geológico:

Panel mirador Campodola
Uno de los dos paneles instalados en el mirador. Se interpreta la estructura y se explica el contexto paleogeográfico de su formación.
En el mirador hay dos paneles. En el segundo se explica el origen de este tipo de estructuras, conocidas como pliegues recumbentes, término que designa, precisamente, a uno de los dominios en que se divide la zona Centroibérica.

Panel Campodola 2
El otro panel explica brevemente el proceso de formación de la estructura de la sierra de O Caurel
Si bien el contenido divulgativo sabe a poco, es una gran noticia que se haya habilitado un mirador con el único fin de evidenciar y permitir el disfrute de un lugar con un interés geológico tan singular.

Mirador de Campodola
Vista general del mirador. En primer término, la placa instalada con motivo de la declaración de Monumento Natural.
Las cuarcitas se conocen genéricamente con el nombre de Armóricanas, denominación adoptada del macizo armoricano francés. Armórica es el nombre que se ha dado al fragmento de continente desgajado de Gondwana en el Ordovícico que siguió a Avalonia en un viaje de ida y vuelta, dejando tras de sí un nuevo océano, el Reico, que desapareció, como el de Japeto, en la colisión entre Laurentia y Gondwana que dio origen a Pangea. ¡Qué evocadores son estos topónimos de geografías ya desaparecidas!

Desde este punto continuamos nuestro viaje hacia Zamora, destino Ricobayo, una pequeña localidad junto al río Esla. Allí podemos ver otra de las características de la zona Centroibérica: los plutones graníticos. Estas estructuras, expresiones del magmatismo asociado a la orogenia, afloran desde Galicia hasta el Sistema Central. Son la expresión, ahora en superficie tras el desmantelamiento de la impresionante cordillera Varisca, de los volcanes que existieron asociados a la misma. Pensemos, por ejemplo, en los actuales Andes. Se les asigna una edad Carbonífera. En el caso que nos ocupa, se trata de leucogranitos y granitos de dos micas procedentes del magma generado tras la fusión de la corteza.

Granitos Ricobayo
Típico aspecto ruiniforme originado por la separación en bloques de la masa granítica. Orilla norte del embalse de Ricobayo.

El granito es una roca muy dura, pero esa rigidez es, a su manera, su debilidad: el proceso de exhumación que lo ha traído a la superficie ha eliminado el peso de la roca que lo recubría (y hablamos de 10-15 kilómetros). Sin la presión que lo confinaba, la masa granítica se ve sometida a distensión, un régimen que no va muy bien a las rocas, que soportan mejor la compresión que la tensión. Ello hace que el granito se rompa siguiendo familias de grietas conocidas como diaclasas, por las cuales circula el agua atacando los minerales más débiles, como los feldespatos. Éstos se alteran formando arcilla y el resto de minerales, básicamente cuarzo, se disgrega, formando las arenas silíceas poco maduras que se encuentran en el entorno de los batolitos.

Arenas inmaduras
Arena muy inmadura formada por cristales y de cuarzo, feldespato y mica y algunos fragmentos de roca no disgregados por completo.

Otra manifestación típica del relieve granítico es la existencia de piedras caballeras, grandes bloques redondeados que quedan en equilibrio sobre el nivel del terreno tras la alteración y erosión del resto de bloques que lo rodeaban. Estos bloques están delimitados, precisamente, por las diaclasas ya mencionadas.

Piedra caballera
Piedra caballera en el horizonte junto a Ricobayo.

Sin embargo, una de las cosas que más impresionan al llegar aquí, es el espectacular encajamiento del río Esla. El río ha excavado un profundo tajo que a la altura de la cerrada de la presa de Ricobayo ronda los 120 m. Se trata de los Arribes del Esla, accidente geográfico no exclusivo que hace referencia precisamente a los cañones formados por los ríos de la cuenca del Duero (incluyendo, naturalmente, al propio Duero, cuyos arribes son los más conocidos de todos). Precisamente el Esla desemboca en el Duero unos kilómetros más abajo de la presa.

Cañón Esla Ricobayo
Tajo excavado por el río Esla inmediatamente aguas abajo de la cerrada de la presa de Ricobayo.

Los ríos en los Arribes se han encajado en el proceso de desplomarse desde la altura de relleno de la cuenca del Duero, unos 900 m.s.n.m. tras ganar los ríos una salida al mar. Y es que durante la mayor parte de su historia el río Duero, como el resto de los ríos de la cuenca, no desembocaba en el mar, si no en una extensa región entre las montañas del norte y el sistema central. Aquí, en extensos lagos y zonas pantanosas, los ríos vertían sus aguas y los sedimentos que arrastraban hasta formar una llanura extensísima que constituye la superficie actual de la meseta.

Cantos cuarcíticos
Cantos rodados, principalmente de cuarcita, en el entorno de la presa de Ricobayo. 

Posteriormente, durante el Plioceno, Iberia ha basculado hacia el Oeste y se ha elevado. Los ríos han ganado una salida al mar tras ser capturados por corrientes que desde el Atlántico han incidido el borde del macizo ibérico (un proceso conocido como erosión remontante), hasta alcanzar los cursos de los ríos del interior. Ahí finalizó el relleno de la cuenca y comenzó la historia del Duero Atlántico. Así pues, los Arribes del Esla no sólo son espectaculares por la profundidad del encajamiento del río, sino por lo breve (geológicamente) del proceso mismo, probablemente del orden del último millón de años).

No obstante, para ver los materiales que constituyen el relleno de la cuenca no hay más que acercarse a la propia Zamora. Y es que en varios puntos de la ciudad, pero en ningún sitio como en las propias murallas, es posible ver las areniscas y conglomerados procedentes del desmantelamiento de los relieves originados en la orogenia alpina (origen de las montañas que rodean actualmente la cuenca del Duero). Y cómo afloran: sólo pude ver estas rocas de paso, pero me detuve para tomar, al menos, un testimonio fotográfico. Y es que son irresistiblemente atractivas.

Murallas de Zamora
Murallas de Zamora, apoyadas sobre un afloramiento de areniscas y conglomerados silicificados del Paleógeno.

Estamos viendo el relleno paleógeno de la cuenca, de carácter silíceo a consecuencia de la litología de los relieves circundantes: cuarcitas, granitos, etc. La ciudad se asienta sobre un conjunto tabular de areniscas y microconglomerados con niveles ferruginosos y silicificados que presentan estratificaciones cruzadas groseras y algunas intercalaciones de cuerpos canaliformes (impresión a priori, altamente especulativa por el poco tiempo disponible).

Murallas de Zamora 2
Otra sección de la muralla. Fijaos en lo bien que se integran en la roca que les sirve de base, ya que muy posiblemente la cantera de donde proceden los sillares estaba situada en un afloramiento de estas mismas rocas.

Detalle muralla
Un detalle de la base de la muralla.

Y hasta aquí el relato del viaje. Como siempre, las cenicientas de la geología tienen que salir corriendo antes de que den las doce. Aunque bueno, dicen que siempre hay que dejarse algo para volver…

Reconocimiento: Este artículo no habría sido posible sin la alta tolerancia de Andrés Núñez a la exposición a la geología, lo que me permite sugerir desvíos y paradas durante nuestros viajes laborales para echar un vistazo a esas buenas viejas rocas.

Andrés en el mirador de Campodola en el que, por cierto, hay una familia de grietas paralelas al talud que evidencian que hay riesgo de una rotura inminente del terraplén sobre el que se apoya

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