lunes, 6 de abril de 2020

Consuelo en tiempos difíciles: geología en el hospital La Fe (Valencia)

Ahora veo que llevo diez meses sin publicar ningún artículo en el blog. Naturalmente hay una razón. Han sido tiempos difíciles en lo personal, que se han juntado con la fase final de un trabajo que ha absorbido todo mi tiempo en los últimos meses. 

A la hora de volver a publicar, lo primero es decidir sobre qué. Y aquí he tenido una pequeña lucha interna, ya que hay algo sobre lo que quería escribir hace tiempo y que llevo posponiendo desde hace dos años. Y que por una de esas casualidades de la vida, resulta tener cierta relación con la situación que estamos viviendo.

Hace dos años, desgraciadamente, tuve que pasar bastante tiempo en el hospital La Fe, en Valencia. Durante aquellos meses, y como ocurre a tanta gente que ha de pasar tiempo en un hospital, una de las pocas alternativas de distracción al alcance son los paseos por los pasillos y vestíbulos del edificio. En este caso, es un edificio de enormes dimensiones, de construcción relativamente reciente (se ocupó en 2011). La totalidad de las áreas de paso están revestidas de piedra ornamental, de un tipo fácilmente reconocible: las calizas bioclásticas eocenas explotadas principalmente en las canteras de Alicante, de donde proceden el famosísimo Crema Marfil, la piedra Bateig y sus diversas variedades. Incluso si no os resulta familiar, seguro que su aspecto sí, ya que se trata de unas de las rocas comerciales más explotadas (y exportadas) del país. Para muestra, un botón:  

Aspecto típico de los revestimientos de piedra ornamental del hospital La Fe de Valencia.
No es raro encontrar fósiles en los revestimientos de edificios (siempre que se trate de rocas sedimentarias, claro, aunque en algún caso he encontrado también fósiles en mármol). Y así es el caso en las rocas que nos ocupan. En el caso de la Fe, se trata del Crema Marfil procedente de las canteras de El Coto (Pinoso, Alicante). Petrológicamente se trata de calizas bioclásticas, con predominancia de foraminíferos y algas rojas, aunque también se hallan, con menos frecuencia, fragmentos de moluscos, equinodermos y briozoos. Pero una cosa es eso, y otra lo que pude ir descubriendo poco a poco a lo largo de aquellos paseos. Me cuesta recordar ejemplos comparables. Sin duda, la gran superficie de revestimiento permite disponer de una visión mucho más completa que los pocos metros cuadrados expuestos en una fachada o un patio de viviendas. En este caso, podemos asomarnos a los ambientes de plataforma somera carbonatada del Tethys durante el Paleógeno, en el margen este de Iberia. 

El Crema marfil presenta texturas muy diferentes, con un contenido en bioclastos muy variable. El aspecto más común (en mi experiencia) de estas calizas, cuando son especialmente fosilíferas, es este (disculpad los reflejos que se ven en algunas fotos, era difícil encontrar una buena iluminación):

Aspecto típico de una sección del Blanco Marfil con una textura grainstone-packstone, con fragmentos bioclásticos y escasa matriz.
En la imagen anterior hay una gran predominancia de foraminíferos (básicamente nummulites), fragmentos de bivalvos y algas rojas. Algún detalle:

Detalle de un alga roja, calcárea, muy abundante en este tipo de roca.

Detalle de una sección con gran abundancia de nummulites. En el centro hay uno de gran tamaño, en el que son fácilmente visible las cámaras del esqueleto o testa.
Lo que llama especialmente la atención en la sección típica que presenté anteriormente es la gran acumulación de restos esqueléticos o fragmentos de organismos de esqueleto calcáreo. Ello nos indica que nos encontramos ante un medio marino con un nivel de energía suficiente para movilizar y acumular bioclastos y, en primer lugar, para fragmentarlos. Una de las cosas que más me llamó la atención de los revestimientos de este edificio es la diversidad de subambientes sedimentarios que encontramos, desde acumulaciones de fragmentos de conchas hasta zonas tranquilas en las que los restos de organismos aparecen todavía sin sufrir grandes daños e, incluso, sin desarticular. El macizo rocoso explotado en las canteras de Pinoso es, como hemos indicado, una antigua plataforma carbonatada en el margen de un océano cálido, en el que proliferaban las formas de vida de forma similar a como ocurre en los arrecifes de coral actuales. En este tipo de yacimientos encontramos una distribución de facies sedimentarias que se corresponden con los subambientes existentes en aquellos arrecifes: zonas de rompientes en el margen del arrecife, una bioconstrucción formada por organismos capaces de resistir estas condiciones energéticas, al pie de las cuales se depositan los restos procedentes de la erosión de esta bioconstrucción en episodios de mayor energía como tormentas. Por otra parte, en dirección a tierra y a la sombra energética del arrecife, existe una zona resguardada (el lagoon o laguna) en la que otro tipo de organismos, como los equinodermos, pueden proliferar. El nivel de energía, típicamente disminuye hacia la costa, donde se depositan materiales de grano más fino. Así pues, hay una relación entre profundidad, nivel de energía, organismos y la textura y estructuras que encontramos en las rocas. Aquí tenéis un esquema según Pomar et al. 1996 [1].

Modelo biofacies en un medio arrecifal según [1]
A lo largo de los pasillos de La Fe podemos encontrar representaciones de algunos de estos ambientes, en algunos casos con un espectacular grado de preservación de los fósiles, lo que representa un testimonio del lugar en el que vivieron y murieron. En los pasillos de La Fe, lo que más me llamó la atención son ejemplos de asociaciones de corales y equínidos (erizos de mar), que corresponden con los subambientes de arrecife y lagoon externo. Vamos a verlo. Para comenzar, un plano general:

Ejemplo de revestimiento en un pasillo en el que se observa un aspecto moteado general con algunas manchas subcirculares de color más oscuro.
Si nos acercamos, veremos mejor que el moteado de fondo está causado por la abundancia de secciones de corales ramosos, en posición de vida (es decir, sin fragmentar y en la misma posición en que se encontraban en vida), mientras que las manchas de mayor tamaño son tecas de erizos.

El joven ayudante de campo Óscar nos señala dos tecas de erizos. En los márgenes de la imagen, a izquierda y derecha, son bien visibles las secciones de corales ramosos.
Si aumentamos el detalle, podremos ver la exquisita preservación de los erizos. Casi podemos reconstruir las tecas pieza a pieza, como si de un puzzle se tratase. Es evidente que el medio no poseía la suficiente energía como para desarticular las placas de la teca y dispersarlas, algo corroborado por la no fragmentación de las ramas de los corales.

Maravilloso ejemplar de erizo mostrando algunas de las placas todavía semi-ensambladas. Evidentemente, el grado de energía del medio en el que vivió era reducido, ya que la teca está poco fragmentada y sus componentes no han sido desarticulados tras la muerte.
Detalle de secciones de corales ramosos en posición de vida

En este punto surge una pregunta interesante: ¿nadie devoró los restos de este erizo? Parece evidente que de haber sufrido predación, sería casi imposible este grado de conservación. Una alternativa que se me ocurre es que este erizo pueda haber estado enterrado total o parcialmente en el momento de su muerte, lo que hubiese protegido el cuerpo. Pues bien, pude localizar un ejemplar que parece corroborar esta explicación. En la siguiente fotografía puede observarse una teca con un grado de preservación equivalente a la anterior, con la diferencia que desde la misma parten de forma radial una serie de galerías que bien hubieran podido ser excavadas por los organismos que se hubiesen alimentado de los restos del animal. Un ejemplo fantástico de depredación postmortem.

Restos de la teca de un erizo con una serie de galerías que parten radialmente del mismo. Estas galerías están rellenas de masilla, ya posiblemente se preservaron huecas hasta el momento de su extracción de la cantera. En el interior de la teca pueden observarse algunas placas aún articuladas.
Vamos a seguir revisando algunos ejemplos de este paraíso de equínidos fósiles: 

Otro maravilloso ejemplo de preservación de una teca.
Por último, un ejemplo de teca colapsada en cuyo interior se han conservado las radiolas en forma de mazas típicas del grupo (sin valor taxonómico) Cidaris:

Ejemplar de teca colapsada en el que se aprecian las secciones de las radiolas en forma de mazas.
Esta forma de preservación de las tecas me resultó muy interesante, ya que nunca la había visto. En otras secciones puede observarse la forma de conservación más típica, una sección completa de una teca que no colapsó completamente sobre sí misma. Observad la acumulación de óxidos de hierro en la región oral, donde estuvo el aparato masticador (la linterna de Aristóteles):

Típica sección de teca de erizo sin colapsar. Observad el color rojizo de los óxidos de hierro en la región oral, y el distinto color del material de relleno del interior de la teca.
Otro ejemplar, con la sección típica del género Clypeaster.

Pero no todo son equínidos. También hay multitud de gasterópodos, más o menos recristalizados, algunos de ellos de buen tamaño, como este ejemplar (¿un turritellido, quizá?:



Por último, no todo son fósiles corporales. En algunas secciones, también encontramos icnofósiles, principalmente galerías. Aquí podéis ver algunos ejemplos especialmente llamativos. Para empezar, una red de conductos con una sección importante (correspondiente con el tamaño del animal que las construyó). Estas galerías, además, parecen converger en algunos nodos centrales, quizá cámaras de habitación. Recuerdan a los clásicos Thalassinoides, pero de un tamaño considerable. En primer lugar, una vista general:

Pared con una bioturbación bien visible compuesta por grandes ejemplares de galerías subterráneas
Y un detalle donde es bien visible uno de estos nodos:

Detalle de la bioturbación descrita. En el margen inferior puede observarse uno de los grandes nodos en los que se encuentran varias ramas. Fijaos en el diferente color y textura del relleno respecto al sedimento original.
Otro ejemplo que corresponde, a su vez, con otras condiciones del sustrato y de energía del medio. Se trata de galerías, posiblemente de orientación subvertical, excavadas en un medio energético poco cohesivo, de tal forma que los animales que los excavaron tuvieron que seleccionar el sedimento en busca de bioclastos o incluso conchas de nummulites o discociclinas con los que reforzar las paredes de sus viviendas. Se corresponden bastante bien con la descripción del ichogenero Nummipera isp.

Ejemplo de galería reforzada por bioclastos seleccionados por el organismo productor. Observad que la textura es distinta a la de las imágenes anteriores, con grano más fino, mejor selección y mayor contenido de matriz (posiblemente de tipo wackstone)
Como veis, hay un verdadero espectáculo geológico que puede contribuir, en parte, a hacer más llevadero el tiempo que se tenga que pasar en este hospital, del mismo modo que estas escenas me acompañaron en los últimos paseos que pude dar con mi madre, con quién tuve la oportunidad de compartirlos (y cuyo recuerdo dedico este artículo).

Os dejo, finalmente, con un pequeño rompecabezas gráfico procedente de este mismo hospital. A algunos ya nos provocó un rato de intriga. Podéis dejar vuestras hipótesis en los comentarios...

Hola, ¿qué soy?


Referencias:

[1] Pomar, L., Ward, W. C., & Green, D. G. (1996). Upper Miocene reef complex of the Llucmajor area, Mallorca, Spain.

Esta entrada participa en el XIII Carnaval de geología, alojado en esta ocasión por Rubén Aguayo en su blog www.larocafilosofal.com

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