viernes, 19 de julio de 2013

De letras y genes. Un pequeño divertimento veraniego

A veces un pequeño detalle, aparentemente sin importancia, despierta en nosotros el recuerdo de alguna noción de mucha mayor trascendencia. Es interesante descubrir como una pequeña broma puede servir para ilustrar un concepto del mayor interés, sin perder la gracia de una ni la profundidad del otro.

Hace una semana, mientras caminaba por la calle cerca del trabajo, reparé en un cartel pegado en el escaparate de una frutería. Como suele ser habitual, anunciaba los precios de ciertos productos. En este caso, el anuncio contenía un par de errores ortográficos, lo que llamó mi atención. Este tipo de cosas es bastante habitual, por desgracia, hoy en día, cuando es frecuente descubrir errores ortográficos en correos escritos por titulados universitarios. En este caso, sin embargo, existe una justificación: el propietario de la frutería es paquistaní (algo nada sorprendente en Valencia). 

El caso es que los errores de los carteles me hicieron reflexionar sobre ciertos conceptos y, cuando volví a pasar unos días después, lo fotografié. Sin más dilación, aquí está el cartel:

Dos carteles fijados sobre el escaparate
Es mejor que tratemos la imagen para leer mejor:

Los carteles y sus erratas
Ahora lo vemos: en lugar de 'TOMATE PERA' se lee 'TOMATE PEARA' y en lugar de 'TOMATE ENSALADA' está escrito 'TOMATE ENSLADA'. 

¿Y dónde está la gracia? Pues en que ambos errores están relacionados: la A que falta en ENSLADA ha saltado al otro cartel y se ha insertado en medio de la palabra PERA, resultando PEARA (casi como si hubiesen compuesto las palabras con fichas del Scrable).

Sin embargo, no es así como ocurrió el error. Dado el escaso conocimiento de castellano del propietario podemos suponer que cuando elaboró el rótulo muy probablemente estaba copiando las palabras de algún escrito en su poder (una factura, un albarán o, según creo yo, de una versión anterior del cartel con un precio diferente). Así pues, nos encontramos ante un error de copia. Y dado el mecanismo que lo ha originado, es muy posible que este error se prolongue en el tiempo, conforme se elaboren nuevos carteles para reflejar subidas o bajadas de precio en estos productos. Llevemos más allá estas ideas. Dado que el factor que provoca el error (el desconocimiento de la lengua del artífice del cartel) es invariante, es posible que se produzcan nuevos errores, que se acumularán a los existentes. ¿Hasta cuando continuará este proceso? En ausencia de mecanismos de detección y corrección de errores, es posible que lo haga hasta que la acumulación de fallos sea tal que resulte imposible identificar el producto, momento en que el cartel dejará de prestar su crítica función y, al resultar perjudicial para su propietario, será eliminado y sustituido por una versión correcta, que a su vez será el origen de un nuevo linaje de rótulos.

El paralelismo con el mecanismo de copia del ADN no habrá pasado inadvertido para el lector. Esta idea fue la que llamó mi atención como un concepto profundo oculto en algo aparentemente trivial. Y lo podemos llevar más lejos. El hecho de que estos carteles hayan sobrevivido en el escaparate puede deberse a dos factores, que en realidad representan el mismo hecho:
  • Que nadie repara en los carteles y, por tanto, no influyen en la decisión de compra
O, más probablemente:
  • Que los errores no impiden en el estado actual identificar el producto anunciado

En ambos casos, el fallo es invisible para la selección natural que imponen los compradores sobre los vendedores de fruta, razón por la que no existe una presión que conduzca a su eliminación. Esto constituye otro interesante paralelismo con la realidad.

Pero podría haber sido peor. ¿Qué habría ocurrido si el error se hubiese producido en otro punto de la cadena de caracteres que codifican el producto y su precio? Por ejemplo, ¿que pasaría si el fallo afectase a los dígitos que marcan el importe por kg? En este caso el cartel habría tenido una vida muy corta, ya que tanto si el precio resultase exagerado por lo alto como por lo bajo el frutero no habría dejado de notar su expresión en el incremento o desplome de la demanda del producto. Tanto uno como el otro suponen un perjuicio económico que penaliza al propietario del escaparate.

Y un poco más: podríamos pensar que existe una evolución en dos niveles. Por una parte, entre carteles erróneos y carteles correctos, de forma que unos sustituyen a los otros. Por otra parte entre fruteros, de forma que poseer mecanismos de detección y reparación de errores en los anuncios supone una ventaja competitiva que permite disfrutar de un éxito diferencial frente a otros fruteros. Yo mismo he presenciado esta semana una discusión entre el propietario y una clienta de cierta edad a causa de una confusión en el etiquetado de un precio. Y un contexto de crisis como el actual, la presión de la selección es enorme...

Sin ánimo de extenderme más, sólo destacaré un paralelismo adicional: en la naturaleza existe un fallo asociado a la cadena de ADN consistente en que ciertas secuencias de nucleótidos son capaces de saltar de un punto a otro de la hélice. Se conocen como trasposones y pueden ser neutros o fatales para el desgraciado poseedor de la cadena afectada, según si la inserción se produce en un punto en el cual altere la codificación de una proteína, haciendo imposible su síntesis. Es inevitable pensar que en este caso la letra A saltarina es un ejemplo de transposón que ha saltado de una palabra a otra. Sólo el tiempo dirá si resulta visible o invisible a la selección natural de los rótulos.

Por último, y aparte de la broma, es útil pensar en el por qué de esta curiosa cadena de paralelismos. Y la razón está en que en ambos casos nos encontramos ante sistemas que se reproducen a base de copias del original, en los cuales existe un sistema de codificación en el cual los errores en el código tienen consecuencias para el organismo responsable de la copia.

Y sin más os dejo, esperando que disculpéis esta pequeña broma y que os haya servido, como a mí, para recordar algunos conceptos esenciales para nuestra propia existencia.


(Si este artículo te ha resultado interesante, considera la posibilidad de compartirlo)
Leer más...

lunes, 1 de julio de 2013

IV edición del Carnaval de geología: He sido la Muerte

Este post participa en la IV Edición del Carnaval Geológico alojado por K.F. Gödel en el blog Ciencia y Lógica suficientes.




------------------------------------------------------------------------------------------------------

"He sido la Muerte, el Destructor de mundos". Esta cita, procedente de un Veda hindú probablemente anterior al año 1.000 antes de Cristo, se atribuye al físico de origen alemán Robert Oppenheimer tras el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y comprobar sus resultados. Oppenheimer trabajó en el proyecto Manhattan durante la segunda guerra mundial y quedó impresionado por la capacidad de alterar para siempre la Tierra que representaba la energía atómica.

Pero no es el único. Existe un ser que ha alterado para siempre la faz de la Tierra. Su descubrimiento de formas de obtener energía mediante procesos químicos desconocidos hasta el momento ha vertido gases venenosos en la atmósfera convirtiéndola en un infierno para el resto. Ha alterado la composición de la corteza terrestre y ha obligado a todos los que no podían convivir con él a buscar refugio en lugares remotos e inaccesibles. Ha modificado de tal forma la Tierra que puede decirse sin lugar a equivocarse que hay un antes y un después a su aparición. Estamos hablando, naturalmente, de...las cianobacterias.

Efectivamente, en este mundo de bacterias (ha sido exclusivamente de ellas durante la mayor parte de la historia y sigue siéndolo sea cual sea el criterio que se emplee para evaluarlo) la aparición de las cianobacterias constituyó un hito para la Vida. Antes de ella la atmósfera tenía una composición muy distinta a la actual, extremadamente venenosa para seres como nosotros y la mayoría de las formas de vida macroscópica (pero no para las bacterias que poblaban entonces el mundo). Las cianobacterias fueron las primeras en descubrir un nuevo ciclo metabólico, la fotosíntesis oxigénica, que liberó al mar y la atmósfera ingentes cantidades de oxígeno, gas que es imprescindible para nosotros, pero un veneno terrible en aquel momento para todo lo que no fuese una cianobacteria. Este oxígeno limpió la atmósfera de gases venenosos (para nosotros) e hizo la Tierra como nosotros la conocemos (incluso el color del cielo, tan característico de nuestro planeta). El resto de organismos tuvo que buscar refugio lejos del oxígeno. Algunos de ellos sobreviven hasta hoy como extremófilos en ambientes irresistibles para otras formas de vida, en aguas a gran temperatura o en lugares como las fumarolas de las dorsales oceánicas, como base para cadenas tróficas totalmente independientes de la luz del Sol, formando comunidades que posiblemente no han cambiado nada desde hace mucho tiempo y que se desarrollan de espaldas a lo que ocurre en la superficie, a cuatro o cinco kilómetros por encima de ellas.

Aquí vemos al ser responsable de la mayor alteración del medio ambiente en
 la  historia de la Tierra
He querido hacer este pequeño juego porque me resulta curioso como la mayoría de la gente considera que el ser humano está alterando el mundo como nunca ha ocurrido con otra criatura viva antes. Que está causando un daño al resto de seres sin precedentes o que su misma existencia ha supuesto el fin de las reglas del juego evolutivo. Algo así como si su aparición fuese 'el fin de la Historia' evolutiva. Todo ello es falso, naturalmente. Y quizá el equívoco procede de considerar al ser humano y sus creaciones como algo ajeno a la Naturaleza, algo que sigue siendo falso.

Evidentemente es lamentable que las personas causen daños innecesarios a otros seres vivos o que afecte al medio natural de forma grave y, a veces, sin justificación aparente más que la ignorancia. Pero, paradójicamente, la principal víctima de todo ello es el ser humano y la preocupación y exaltación que algunas personas muestran al tratar de estas cuestiones sólo puede entenderse desde un antropocentrismo que esas mismas personas afirman denostar.

Estos hechos graves, que a los amantes de la Naturaleza nos causan gran rechazo, no deben ser en ningún caso una justificación para olvidar o no intentar siquiera conocer la verdadera magnitud y lugar de todas las cosas en este nuestro mundo y en la inconcebiblemente larga historia de la vida (más de 3.500 millones de años sobre la Tierra sin interrupción). La Vida, nos guste o no, seguirá sin nosotros en cualquier caso.

Por último he querido hacer una broma final ilustrando este comentario con una imagen de los estromatolitos de la bahía Shark, en Australia. Estas estructuras son originadas por, entre otras, comunidades de cianobacterias y se encuentran en el registro fósil prácticamente sin alteración desde hace miles de millones de años. El hecho de que aparezca una persona contribuye al resultado del divertimento. Por cierto, la imagen la he sacado del sitio web http://www.aslo.org.

------------------------------------------------------------------------------------------------------

Esta entrada apareció en primer lugar en Aventuras geológicas en el Cuaternario en febrero de 2012. He decidido presentarla al IV Carnaval de geología a cuenta de la temática escogida para éste: "Nuestro increíble planeta". Efectivamente, la Tierra tiene un repertorio inagotable de sorpresas para el ser humano, especialmente a causa de la tendencia de éste a juzgar el mundo a partir de su limitada experiencia. Y a mí, personalmente, nada me parece más asombroso que el ciclo de influencia mutua entre la la biosfera y la geosfera, de la cual el origen de nuestra atmósfera es un ejemplo extraordinario.
Leer más...